De pronto, en esta dilatada aldea medieval, personas con trasuntos universalistas te sacan de la asfixiante rutina. Por ejemplo, Rita Indiana, que me sorprende con cuatro novelas, dos libros de cuentos y un canto propio que refleja una nueva idiosincrasia (que mezcla campo adentro y clase media; compadre Pedro Juan y bachata light, grajo obrero y Oscar de la Renta). Una muchacha que se ofrece auténtica y sin convicciones y conductas falsificadas, sin importar decires ni consecuencias. Y la empiezas a descubrir cuando ya es famosa aquí y allá. Mea culpa y resumo: me encantaría conocerla. Me dispongo a conocerla.
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