Matthew desnuda incumplimientos
Por JULIO MARTINEZ POZO
Que hermosa fue aquella cumbre celebrada Nueva York en la sede de las Naciones Unidas, el 31 de marzo 2010, en la que se dieron cita delegaciones 150 países para aunar esfuerzos para la reconstrucción de Haití, devastado por un terremoto 7.2 escala de Richter que ocasionó 220 muertes, más de 300 mil heridos, un millón de viviendas destruidas y pérdidas superiores al 120% del PIB.
Esa había estado precedida por una preparatoria celebrada en Santo Domingo dos semanas antes, en la que participaron 28 países y organismos multilaterales que adoptaron el compromiso de aportar 3,800 millones al corto plazo para cubrir los requerimientos prioritarios del pueblo haitiano en un plazo de 24 meses.
Pero el ambiente asambleario de la ONU encendió el entusiasmo y las ofertas crecieron, y se le agregaron casi dos mil millones más a lo que se desembolsaría en dos años, y se proyectó que en diez años se requerirían 10 mil 200 millones de dólares.
Luego hubo otra reunión en República Dominicana en la que reafirmaron promesas, pero muy pocas fueron cumplidas. Haití ha permanecido en la gatera prostrado en una miseria espantosa, y eso es lo que ha puesto en evidencia de nuevo el huracán Matthew, que pasó por varios países, pero en ninguno arrojó mayores daños que en Haití: 850 muertos mal contados porque una parte de la población vive como si no existiera porque nunca han figurado en un registro.
Las pérdidas de la economía se sitúan en 30% del PIB, 19% de la población afectada, lo que se complica por 28,500 casos de cólera y con medio millón de niños que residen en las zonas afectadas.
Para atenuar las urgencias de la nueva tragedia las necesidades se han estimado en 120 millones de dólares, de los cuales el que más puede de la región se ha comprometido a buscar uno, indicador de que la meta no será satisfecha.
La República Dominicana, sin embargo, ha vuelto a comportarse como el vecino más solidario con el que se comparte una frontera en un territorio insular, y ha llevado un gran cargamento de alimentos, medicinas, materiales de construcción y equipos pesados.
Aparte del Gobierno, la iniciativa privada ha creado centros de acopios y han entregado aportes muy valiosos para mitigar la urgencia, pero que nadie espere que ese gesto del gobierno y de la sociedad dominicana varíe la conducta de escasa reciprocidad por parte de los haitianos.
Una parte de los productos con el que los dominicanos han auxiliado a sus vecinos, han sido objeto de una veda injustificada por parte de las autoridades haitianas.
Si la extraordinaria solidaridad mostrada por el país frente al terremoto del 2010 ni siquiera atenuó la bestial campaña de denuestos que ha tenido que soportar nuestro país por el ejercicio soberano de sus regulaciones migratorias, tampoco ocurrirá con la ayuda que ha prestado actualmente, pero RD está en el deber de hacer lo que ha hecho se le agradezca o no, primero por solidaridad humana, y segundo para prevenir y disminuir el impacto de la presión sobre su territorio.
Pero no debemos limitarnos a ofrecer ayuda, al país le toca exigir con firmeza a la comunidad internacional que preste su contribución porque los recursos que no aparecen para ayudar a elevar las condiciones de vida de los haitianos en Haití sobran para sustentar el lobby que vive en campaña permanente contra la RD
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