Pienso en ti, Isabel, con tu cabellera de yagrumo en el más claro meridiano; en tu cuerpo de mujer total que transpira niebla; en la voluptuosidad de tu elevado pecho y en la melodía de tu voz de pájaros y grillos. Pienso en ti, Isabel, liberada a la brisa que te canta y al agua que acaricia tus secretas cañadas, Isabel, fundadora de amores, testigo silencioso de los orgasmos de la madrugada, viajera en el recuerdo de los navegantes…Vuelvo, pues, a decirte que te amo, Isabel de Torres, que debiste nacer un día como este en un año telúrico impensable (Por cierto, acoges en el regazo a tu sobrina predilecta, Johanna Goede, que hoy cumple año contigo).
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