De Rafael Toribio. Cuando somos conscientes de que el tiempo que nos queda por vivir es sustancialmente menor que el vivido, hay creencias que se fortalecen y otras que se modifican; incógnitas que se espera descubrir; no se renuncia a la esperanza, aunque se marchiten las ilusiones; comprendemos que lo absoluto es que muchas cosas son relativas; que no es lo mismo existir que vivir; que reflexionar sobre el pasado permite comprender y vivir el presente y, sobre todo, asumir el futuro como una ventana de múltiples oportunidades. En esta etapa se buscan respuestas sobre temas radicales de la existencia humana.
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