BARCELONA, España.- La brujería sirvió a la elite sociopolítica y a la Iglesia para «cohesionar la sociedad», según la especialista Katherine Howe, profesora de la Universidad de Cornell y descendiente de tres brujas acusadas en los juicios de Salem de 1692.
Howe ha recogido en «El libro de las brujas. Casos de brujería en Inglaterra y en las colonias norteamericanas (1582-1813)» (Alba) un gran número de documentos relacionados con la brujería y los procesos por brujería desde finales del siglo XVI hasta principios del XIX.
En una entrevista concedida a Efe, la autora señala que la creencia en la brujería perduró hasta la Ilustración y después «porque las elite de la sociedad y la Iglesia la utilizaron para garantizar la cohesión social y la adhesión a los modos de comportamiento prescritos por la religión y la cultura establecidas».
Al mismo tiempo, añade Howe, a nivel diario, la brujería permitía dar explicación a los malos resultados y a los conflictos individuales entre personas, y esa creencia en la brujería persistió incluso después de que la Ilustración cambiara nuestra percepción de las pruebas científicas, y con ello el sistema legal.
Howe se acercó al tema de la brujería primero por razones personales, ya que tres mujeres de su familia -Elizabeth Howe, Elizabeth Proctor y Deliverance Dane- fueron acusadas de brujas en los juicios de Salem y una de ellas, condenada a muerte.
«Quise entender el mundo en el que habían vivido, y comprender qué tipo de gente podrían haber sido y fue así como empecé a investigar y escribí mi primera novela, ‘El Libro de los Hechizos’, y mi primera novela juvenil, ‘Conversión».
Howe recuerda que los juicios a brujas se habían producido en Norteamérica desde los primeros años coloniales, aunque en número era reducido.
En ese contexto «Salem se convirtió en el más conocido porque fue tardío, 1692, unos cien años después de la última gran caza de brujas en el continente europeo; y además 19 personas fueron condenadas a muerte durante la época de pánico de Salem, y más de 100 fueron acusadas de alguna u otra forma».
En Salem confluyeron diferentes factores, según Howe, que tenían que ver con la religión dominante en esa región de Massachusetts, el género y la política de clases de ese momento, y los cambios políticos que estaban sucediendo en Inglaterra, que no permitió que las colonias reaccionaran al pánico de una forma oportuna.
Una parte de responsabilidad correspondió, a juicio de la autora, al rey Jacobo I, quien trató de imponer su control como cabeza del gobierno y de la Iglesia de Inglaterra; y «como expresión de su autoridad moral e intelectual, el monarca escribió un manual de caza de brujas propio, ‘Demonology».
«Jacobo I ayudó a reforzar las actitudes culturales y religiosas sobre la brujería que dominarían en las colonias inglesas de Norteamérica una generación después», apunta.
El puritanismo, variedad estricta del protestantismo y practicado extensamente en Massachusetts en el siglo XVII, agudizó la situación contra las brujas.
En otras colonias, como Virginia, que eran predominantemente episcopalianas, hubo muchos menos juicios de brujas y «no es casual que la mayoría de los juicios de brujas de Norteamérica tuvieron lugar en Nueva Inglaterra, donde el puritanismo estaba más extendido», según la autora.
Por regla general, las mujeres de América de principios de la era moderna fueron acusadas de brujas «después de haber tenido una mala reputación durante mucho tiempo, como sucedió con Sarah Good, una de las primeras acusadas en Salem, que había sido mendiga durante años».
Sin embargo, en América del Norte, las brujas acusadas no fueron torturadas de la misma manera que a veces lo fueron en Europa y esto se debe, según la especialista, a que «la brujería era secular, así como un crimen religioso, y por lo tanto fue tratada como un crimen, de la misma manera que un asesinato».
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