No ha fracasado ni podemos consentirnos que lo haga, la lucha contra la impunidad, lo que ha experimentado un revés es la altanería con la que algunos de los colectivos verdes han pretendido adueñársela, descalificando, insultando e injuriando a todo el que asume el tema desde una perspectiva diferente.
El primer error ha sido el de considerar indolente, mal ciudadano o cómplices de los corruptos al que no se sume a una marcha, exhiba un distintivo o firme un libro de reclamo de persecución a los implicados en el escándalo Odebrecht.
Apelar a mecanismos de coacción para tratar de abochornar a quienes no formen parte de su comparsa, como ocurre cuando el pastor de una iglesia dice a su feligresía que al final del culto en las afueras del recinto estará disponible el libro verde para que firmen los que están en contra de la impunidad, o cuando la dirección de un colegio dice que mañana vengan vestidos de tal forma los que condenen la corrupción, o cuando se pone como tarea la asistencia a una marcha, son prácticas que explican porque el pueblo se les ha colocado de espaldas cada vez que han pretendido manipularlo.
Nadie que subsista de su trabajo, que viva de su profesión o emprendimiento, puede estar de acuerdo con el robo impune de los fondos públicos, pero la gente sabe que no todo el que cuestiona tiene calidad para hacerlo y que muchos se cobijan bajo esa sombrilla para objetivos tan perversos como los que supuestamente están combatiendo.
La precaria cosecha de la recolección de firmas tras una campaña inmensa con gran dimensión de redes, fuerza mediática y ostensible respaldo económico, indica que el dominicano marcha a su ritmo, no al que le quieran imponer.
No es verdad que este país está dividido entre 312,415 adultos (4.5% del padrón electoral) que quieren sanción para la corrupción y 6 millones 452,719 que la apoyan o son indiferentes, la realidad es que la inmensa mayoría de la población quiere una justicia que funcione y el manejo honesto de los recursos del Estado, pero sabe que algunos de los que auspician los movimientos actúan como el ladrón que se suma a la multitud a vociferar: “¡un ladrón, un ladrón…!
Peor aún, ni siquiera fueron capaces de entregar 50% de las firmas que dicen haber logrado, porque el protagonismo los dividió a la hora de acudir a Palacio y allí se presentaron con muchos cartones vacíos para simular más libros que lo que entregaron, y en firmas no pasaron de 135mil que auditadas en términos reales se reducirían aun más.
¿Significa que la sociedad no se mantendrá atenta a lo que ocurra con el caso Odebrecht y que no espera que el Ministerio Público cumpla la promesa de procesar a las personas que resulten inculpadas como sobornados o sobornadores?
Ese 96.5% del padrón que no firmó libros verdes tiene tanto interés porque haya castigos como muchos de los que firmaron, lo que no quieren es caos y desestabilización. Saben que ya el daño
fue hecho y hay que tratar de resarcirlo al costo menor para el pueblo, que no puede ser el de paralizar obras y quitarle el empleo a más de seis mil personas.
La gente sabe que detrás de los que piden la paralización de Punta Catalina está el interés muy especial de los que quieren seguir manejando la industria eléctrica a su antojo.
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