A 52 años de la revolución de abril de 1965, la memoria histórica y la trascendencia de ese acontecimiento tiene escaso conocimiento y aprecio en las nuevas generaciones, especialmente en cuanto al tributo y reconocimiento a los héroes y participantes en esa gesta patriótica.
Hay innumerables libros escritos desde diferentes ángulos y enfoques, algunos de valor testimoniar por protagonistas de primera mano, pero a medio siglo de esa jornada no existe un texto formal de enseñanza en escuelas y colegios.
Es tiempo de que contemos con ese texto, escrito con profundidad, serena exposición y apego fiel a los hechos para que la juventud dominicana conozca en detalle lo que significó el 24 de abril dentro de las largas y no siempre satisfechas luchas por la democracia y la institucionalidad nacional.
Es difícil narrar un hecho de tal rango y naturaleza exento de apasionamiento, dado el carácter patrio de una revuelta cívica emprendida para reclamar primero la vuelta a la constitucionalidad con la reposición del gobierno del profesor Juan Bosch, derrocado por un golpe de estado militar, y luego enfrentar la intervención emprendida por Estados Unidos para para tratar de sofocar ese movimiento.
Fue una lucha marcadamente desigual, ya que un puñado de combatientes constitucionalistas acantonados en un perímetro de la zona colonial enfrentó a la fuerza militar más poderosa del orbe que envió 42,000 marines a nuestro territorio. Estos valientes soldados de la patria estuvieron respaldados, más que en armamentos, en la fuerza inconmovible de principios en defensa de la nacionalidad y en contra del intervencionismo.
El retorno al poder del gobierno del profesor Bosch no se logró pero la fiereza de los combatientes, encabezados por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, obligó a negociar para establecer un régimen de transición y posibilitar más adelante la vuelta a la constitucionalidad con la convocatoria a elecciones libres.
Conmueve la conciencia nacional que Caamaño, héroe indiscutible de la gesta, considerada la más pura y auténtica tras la independencia y la Restauración por los ideales en que estaba inspirada, no haya tenido cabida en el Panteón Nacional, donde sí reposan los restos de Pedro Santana, quien después de haber librado grandes batallas libertadoras, traicionó a la patria al claudicar frente al poder foráneo y asesinar a auténticos patriotas que sí creyeron y lucharon en todo momento por una República Dominicana libre e independiente como exalta el Himno Nacional.
Loor a todos aquellos que abrazaron el fusil, civiles y militares que deseaban que este país fortaleciera sus instituciones democráticas sin influencias malsanas, nativas o extranjeras, un legado que nos obliga a reflexionar y continuar la lucha porque la ley, el orden y principios esenciales guíen la coexistencia y el futuro de todos los dominicanos.
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