A veces me detengo a reflexionar sobre la vida. Otras veces, sobre la muerte. Paso de una a otra. Las interrelaciono, las cuestiono, especialmente en momentos de mucha alegría o de profunda tristeza.
Pienso que la vida es una escala, una estadía en tránsito, que llegamos por tiempo limitado a equiparnos. Otras veces, la comparo con un lugar para estar de vacaciones pero donde necesitamos crear mecanismos para sobrevivir, dejando nuestras huellas.
La vida, en verdad, puede ser un asueto placentero. Se complica cuando nos extralimitamos en la búsqueda de recursos, cuando se angustia el espíritu, cuando se desborda la ambición. La llave hacia el camino de la paz o la ansiedad, está dentro de cada persona.
La vida envuelve una dinámica interesante. Cada actividad, deja sus huellas. Dejamos una gran variedad por doquier: huellas grandes, profundas, imborrables, que calan en el alma de la humanidad; huellas memorables que se dejan establecidas en la sociedad; huellas simples que el tiempo intenta borrar; huellas que, con los años, presentan su inmensidad.
Estas huellas se mezclan e interrelacionan. Terminan de plasmarse con la muerte. ¿Qué es la muerte? Es un adiós a la vida. Un salir para no regresar ¿Hacia donde vamos? ¿Cuál es la meta del Creador de este proyecto? ¿Qué espera que hagamos? ¿Es la vida una prueba divina?
Pienso que si llegamos a la vida de vacaciones o en tránsito, el mejor combustible para abastecer el alma es el amor, pues da fuerza, seguridad, estabilidad, para vencer los obstáculos que se encuentran en el camino. Los que utilizan como combustible la avaricia, el rencor, el odio, funden el motor de la vida con facilidad, acaparan todo sin respetar, viven angustiados. Debemos equiparnos de amor para llegar tranquilos a cualquier escenario.
Vida y muerte interrelacionadas pero ¡tan diferentes! Son comienzo y final; alegría y tristeza; lo conocido y lo desconocido; dinamismo y estancamiento.
¿Qué hacemos en el tránsito de la vida a la muerte? ¡Dejar huellas! Quedan en el proceso de nacer, crecer, aprender, disfrutar, amar, luchar, morir.
En un momento dado, la vida se detiene. ¡Al cuerpo lo domina la muerte! Lo material queda. El alma continúa el viaje. Si la maleta va llena de amor, no hay nada a qué temer. ¿Qué esperamos con la muerte? Partir. El adiós definitivo. Cerrar los ojos, descansar, dejarnos llevar. Y el mundo sigue, sigue. Quedan los recuerdos, las huellas, que algunos buscarán, evaluarán, conservarán o borrarán.
¿Cuál es la meta del Creador de este proyecto tan especial? ¿Qué aporte espera que hagamos? ¿En base a qué, podemos tener un juicio final?
Vida, huellas, muerte,… un esquema que no cambia. Entonces, la vida ¿Para que? ¿Para dejar huellas o para equiparnos? ¿Y la muerte? ¿Hacia donde nos conduce que nada necesitamos llevar?
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