El periodismo independiente y crítico, además de una noble profesión que presta un eminente servicio a pueblos y naciones para el fortalecimiento de la justicia, la democracia y la libertad, ha estado bajo amenaza en diferentes épocas y siempre provienen de gobiernos despóticos y también de regímenes de extracción democrática que no toleran críticas y denuncias en contra de sus ejecutorias.
A pesar de los avances y aberturas democráticas en el hemisferio y en el resto del orbe, esas amenazas y acechanzas están latentes y se manifiestan de diferentes formas y magnitudes, pero con el denominador común de tratar de conculcar el derecho de los ciudadanos a estar debidamente informados, sobre todo por los temas de interés general.
Freedom House, una organización que se dedica a monitorear las libertades democráticas alrededor del mundo, acaba de dar la alerta en ese sentido, al informar que un número creciente de gobiernos está reprimiendo la libertad de prensa, tratando de pintarla no como un pilar fundamental de la democracia, sino como una amenaza a ella.
A este preocupante panorama, un reflejo de las perversas maniobras destinadas a silenciar la prensa libre y a llevarla a la perniciosa autocensura, se une también la creciente práctica de utilizar sicarios para asesinar periodistas, como ocurre con frecuencia en México, que se ha tornado en el país más peligroso para el ejercicio de la profesión.
Según Freedom House, todo esto muestra tiempos difíciles para los periodistas en el mundo, especialmente en naciones que hace poco estaban comenzando a disfrutar de incipientes democracias y garantías de libertad de expresión. Los medios de prensa están siendo atacados de manera sin precedente, por gobiernos que convierten a los canales públicos en sus brazos de propaganda y que tratan de silenciar al disenso y el libre juego de las ideas.
Gobiernos seudodemocráticos actúan con arrogancia y autoritarismo, no toleran las críticas, por más sutiles y sustentadas en que sean expuestas, y sólo favorecen un periodismo obsequioso, por lo que recurren al pago de dinero o favores a comunicadores y al uso de la publicidad como un mecanismo para castigar o premiar, según ha denunciado en varias ocasiones la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Freedom House ha presentado un cuadro bien detallado y preciso del creciente esfuerzo para acallar a medios y periodistas comprometidos con la verdad y los principios democráticos. Por ejemplo, En Turquía, dos periodistas podrían ser condenados a cadena perpetua por supuestamente “enviar mensajes subliminales” por televisión promoviendo un golpe de estado. En Hungría, oligarcas leales al primer ministro han adquirido la mayoría de los medios de comunicación luego que el principal periódico independiente tuvo que cerrar. Y en Polonia, un reportero podría ser sometido a juicio militar por escribir un libro que critica al ministro de defensa.
Michael Abramowitz, presidente de Freedom House, dijo que ya sea mediante el encarcelamiento de periodistas o la transmisión de desinformación, la meta de los gobiernos represores es la misma: “Garantizar que toda cobertura negativa sobre el régimen quede marginalizada y que impere la cobertura halagadora, especialmente dirigida hacia una pluralidad del electorado de la cual depende para mantenerse en el poder”.
Como un punto sumamente preocupante se subraya que el tema ha cobrado particular urgencia en Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump fustiga toda cobertura desfavorable como “noticias falsas” y tilda a los periodistas de “enemigos del pueblo”.
Además, el empleo de la llamada posverdad o de la “verdad alternativa” es un medio frecuentemente empleado para tratar de rebatir datos y restar credibilidad a trabajos periodísticos que ponen al descubierto irregularidades y actos de corrupción en los fondos públicos de parte de gobiernos y dirigentes políticos en complicidad como conglomerados empresariales, como ocurrió en el caso Odebrecht.
Ante estos nubarrones que afectan la democracia y el legítimo derecho de los ciudadanos a ofrecer y recibir informaciones sin censura previa y ningún tipo de cortapisas, entidades y defensores de la libertad tienen que mantenerse alertas para defender con decisión y energía el vital papel de la prensa como piedra angular de las libertades públicas.
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