El que opta por su libertad individual, por querer hacer un cambio, por retar lo establecido por los modelos convencionales y el estatus quo está condenado.
Aquel que pretenda desafiar una sociedad perversa, corrupta en donde no son respetadas las libertades individuales y donde se espera que nadie intente contradecir a los grandes oligarcas imponen estará condenado a que se le prive de lo más preciado que tiene un ser humano: su libertad. Pero ser libre conlleva de una gran responsabilidad porque debemos saber aprovechar esa libertad. Saber ser libre implica usar esa libertad para hacer el bien, para ayudar y para fomentar las causas buenas y Justas.
Esto ocurre más aun en el caso de las mujeres, quienes por nuestro físico o por ser percibidas como el género más debil debemos vernos limitadas de ser tomadas en cuenta para posiciones que puedan implicar un esfuerzo físico o exponernos a lugares en zonas de peligro. Muchas veces se duda de nuestra capacidad por ser percibidas como un objeto sexual, más que como un humano. Es irónico que limiten a la mujer así, porque a pesar de que nuestro físico pueda hacer ver lo contrario, nuestra naturaleza creativa hace que seamos más fuertes, más abiertas al cambio y mucho más capaces de adaptarnos y encontrar soluciones a problemas cuando vivimos una situación de duelo o se nos ha sacado de la rutina.
Pero como escuché una vez decir en un discurso, “la libertad hay que defenderla todos los días, porque todos los días habrá alguien que quiera privarnos de ella.” Ser libres y trabajar para un cambio, de eso se trata.
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