Cualquiera no sabe si debe reírse, celebrar o llorar la presencia del presidente Danilo Medina en la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM), en su sede de Davos, Suiza, a la que este año asisten mandatarios de 70 países, 1,900 ejecutivos de empresas, representantes de decenas de organismos multilaterales, sociales y no gubernamentales, académicos, pioneros tecnológicos, y millonarios que pagan altas cuotas por participar en esa cumbre de las relaciones internacionales.
La participación de los últimos dos gobernantes dominicanos en las asambleas del FEM no deja de ser una de las grandes paradojas nacionales, dada la persistencia con que el índice de Competitividad Global (ICG), que cada año elabora ese organismo, certifica la miseria institucional, la corrupción y la endeble capacidad competitiva de este país.
Desde luego que aquí abundan las paradojas, como la declaración del canciller Miguel Vargas Maldonado en Santiago de Chile, donde asiste a la II Reunión Ministerial del Foro CELAC-China. Pues aunque todavía RD no tiene relaciones diplomáticas con la segunda potencia mundial, el ministro del ramo la felicitó «por su solidaridad con los países en desarrollo, por su política de cooperación y su gran interés en nuestra región», y para no dejar dudas planteó que «debemos continuar esforzándonos y reforzando el camino para caminar más unidos hacia el desarrollo pleno».
Alguna propaganda oficial ha presentado la presencia de Medina en Davos, como una distinción particular, y se llegó a pregonar que era la primera vez que un mandatario nacional iba a ese foro. Ignorando que el presidente Leonel Fernández participó en el 2008 y el 2011, para tres meses después, en abril, asistir a la regional de Río de Janeiro. Incluso llegó a ser investido como vicepresidente del Consejo para la Agenda Global en representación de América Latina, y en tal calidad siguió asistiendo, aún tras dejar la presidencia de RD a asambleas del FEM en Dubai, Panamá y Medellín.
La mayor paradoja es que mientras Leonel discurseaba en esos foros, y lo hizo varias veces, como en Medellín en el 2016 en un panel sobre «Fortalecimiento de las Reformas Institucionales», el país RD retrocedía escandalosamente en los ICG del mismísimo FEM, y sobre todo en materia institucional.
Por ejemplo, en el Indice del 2011-12, el país cayó 9 escalones para quedar en la posición 101 entre 142 naciones evaluadas, cuando cinco años antes estaba en la 90, el peor descenso en la región latinoamericana, y aparecía como líder mundial, en la última posición, en despilfarro del gasto gubernamental y en desconfianza en los servicios policiales, en los que se le situó en el escalón 142 de igual número de naciones evaluadas, y en calidad de los servicios educativos, en la tasa nacional de ahorro y en la confianza en los políticos, en los últimos ocho escalones mundiales.
Las evaluaciones del FEM no han sido diferentes en la gestión de Danilo Medina. La del 2017-18, de septiembre pasado nos bajó otros tres escalones, al 104, y esta vez entre 137 países, con un descenso de seis en el pilar institucional, en calidad de subcampeones, escalón 136, en favoritismo de las decisiones gubernamentales y confianza en los políticos, en el 135 en «desvío de los fondos públicos», 133 en políticas anti monopólicas, 132 en confiabilidad de la policía y en ética empresarial, y 130 en independencia judicial.
Y Medina asiste, como Leonel, al Foro Económico Mundial. Es una pena que allí no tendrá que informar cómo son posibles esos resultados institucionales en una nación que registra uno de los mayores crecimientos económicos del mundo, más de 6.4 por ciento en el 2016 y 4.5 por ciento en el 2017.
Pero como esta es la primera participación de Medina en ese foro global, hay que mantener la esperanza de que se nutra de sus sabias y venga decidido a dar la batalla por la incorporación del país, más allá de los discursos, en la competitividad global, para lo cual tiene que hacer una auténtica revolución institucional, moral y política. Nos economizaría llorar o reírnos socarronamente de las paradojas, para pasar a celebrar.-
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