Cuando se observa lo que está ocurriendo en otros países del mundo en relación con algunos temas y las tendencias que se han creado, obligatoriamente hacemos comparaciones con lo que está aconteciendo en nuestro país.
Uno de esos temas es el rechazo cada vez más firme al acoso sexual y a todas las manifestaciones de irrespeto a la mujer, que han generado una explosión de denuncias de casos de agresiones sexuales promovidas en las redes sociales a través de la etiqueta “Me Too”.
Este movimiento está sacando a la luz situaciones en las que, el abuso de algunos hombres de sus posiciones, convirtieron en víctimas a muchas mujeres y adolescentes, hasta el extremo de que aun en los casos en que hubo denuncias de esos hechos el poderío de sus abusadores impidió el debido curso de las mismas; independientemente de las consecuencias extremas a las que está llevando en algunos casos.
Mientras esto sucede en el mundo en nuestro país seguimos padeciendo los feminicidios cuya tasa sigue siendo alarmantemente alta a pesar de los esfuerzos por reducirla, con casos cada vez más atroces que generan preocupación en el acto, pero no una verdadera reflexión sobre este grave problema y sus causas.
En adición, el tema de igualdad de género en nuestro país para muchos no es más que una pose, una hueca adaptación del lenguaje desprovista de conciencia. Por eso aquí no estamos debatiendo sobre el acoso sexual, el abuso contra mujeres inferiores jerárquicas y generalmente con muchos años menos que sus superiores, la explotación de la condición de mujer para convertirla en un instrumento de escalamiento social y la paternidad irresponsable que se ha encargado de poblar la geografía nacional de hijos que se crían únicamente gracias al sustento de sus madres.
Por el contrario, no solo que no se ha provocado una sacudida que saque a flote los abusos y agresiones, algunos de los cuales son objeto de comentarios, sino que no hay siquiera una sanción moral en los pocos casos que se publican de funcionarios sometidos a la justicia por falta de manutención a hijos tenidos en relaciones extramaritales y asimétricas o de otros que conviven incluso con menores de edad.
Mientras para los hombres coleccionar mujeres y conseguirlas cada vez más jóvenes es objeto de aberrante admiración en nuestra cultura machista, algunos pretenden demeritar mujeres con las que se tienen diferencias utilizando como arma las supuestas relaciones de esta, o la ausencia o estado de las mismas.
Otro tema en el que parecemos estar desconectados del mundo es en la lucha contra la corrupción. Solo refiriéndonos al caso ODEBRECHT existe un gran contraste entre el manejo del mismo en los demás países involucrados en la trama, que exhiben avances notables, y la lentitud y hasta ahora muy cuestionables resultados del acuerdo suscrito por nuestra Procuraduría con dicha empresa. Se está demostrando que mantener esta empresa como contratista de la mayor obra del país, no ha permitido que marchen bien ni el contrato ni el caso judicial, y es que bailando juntos por un lado, es difícil que se les pueda extraer consecuencias por el otro.
Igualmente lucimos desconectados en la posición frente al régimen de Maduro, que cada día da un paso más para despojar a los venezolanos de derechos y mantenerse en el poder a como dé lugar, ejerciendo una dictadura que ha sumido ese otrora rico país en la mayor pobreza.
Al parecer mientras fuera de aquí los abusadores sexuales, los corruptos y los déspotas generan rechazo, sanciones y no son gratos, en nuestro país sucede lo contrario.
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