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Cristina y los 2.0 criollos

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Tony Pérez.

No pasará de un velorio con unos cuantos vecinos en el sector Villa Duarte y dos o tres notas sensacionalistas en los medios, el caso de Cristina Cabrera, 21 años, muerta el domingo 9 de octubre tras una estocada al corazón que le asestó su amiga Betty Morel, de 18, a quien le habría reclamado por un escrito negativo en Facebook. La clase social a la que pertenecía, la baja, ni después de muerta provocará solidaridades sociales.

El derrotero debería ser otro, sin embargo, en tanto con ello se comienza a destapar una caldera hirviente que la moda y la irresponsabilidad le han preparado a esta sociedad digna de mejor suerte.

Unos tecnofílicos del patio, intoxicados con tips de tecnología sacados de Wikipedia, se han encargado de inocularle a los incautos de este país la perversión mediática enmascarada de libertad de expresión infinita como signo beneficioso inevitable de la juventud de estos tiempos.

Uno de ellos, simulador de llantos con actitudes de huésped de manicomio, pregona en los medios donde labora y ante auditorios emotivos que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) “es una mierda” como sus egresados. De los grandes grupos empresariales, incluidos los de medios, y de muchos funcionarios del Gobierno, repite lo mismo, aunque de ellos vive. Y niega al periodismo como práctica profesional mientras se lo concede a cualquiera con acceso a sus endiosadas redes sociales.

De verdad, le queda bien el discursillo como buen estratega de aplausos inmerecidos arrancados de la desesperanza sembrada en los públicos por las promesas incumplidas de los políticos que él mismo ha asesorado según sus propias confesiones.

Pero su práctica profesional, reflejada en su vida diaria, la radio y la televisión, es muy ruidosa y apenas alcanza la mediocridad, pues evidencia al vuelo una ignorancia supina sobre la naturaleza de los soportes que usa, incluyendo su amada Internet y el nuevo entorno. Nunca ha alfabetizado a niño o un adulto, por tanto nada sabe del amargo de trabajar mucho como profesor a cambio de muy poco dinero y de desprecio por parte de los ingratos.

Con sus desubiques con olor a consignas baratas, el Julián Assange o Steve Jobs o Bill Gates de aquí no arroja luz al urgente debate sobre la refundación de la academia estatal y de una sociedad dominicana “sin empresarios corruptos” a la cual él grita que aspira.

Es una pena porque talento tiene, y en los medios debería usarlo para causas que no sean la del insulto, la diatriba, el bulto, el lloriqueo, la gritadera, el engaño, la descontextualización, la falsaria, la difamación, la injuria, el ensalzamiento de él y de los suyos… el espectáculo televisivo y mediático de mal gusto.

La sociedad de hoy no resiste más perversión mediática, salvo que suframos de la mente y apostemos a sucesivas reediciones del caso Cristina. Hay que comenzar ahora con la creación de leyes de adecentamiento de la comunicación como lo ha hecho el Estados Unidos de la Primera Enmienda y de la Teoría Liberal de la Prensa. Hay que promover sin dilación la inyección de nuevos  bríos al ejercicio profesional y ético del periodismo y de paso el desenmascaramiento de prestidigitadores de la mentira que ocultan sus complejos con catecismos de amor a la patria. ¿Qué le parece a usted?

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