Los colegas Santiago Matías, del Tapón de la Tarde, Pawer 102.fm, y Juan Alberto del Toro, del Regreso de la Tarte, en la Emisora Católica, de Lawrence, Massachusetts, formularon al equipo de El Sol de la Mañana, en nuestra visita a esos espacios, una pregunta similar: ¿Por qué en segmentos de la diáspora dominicana se ha construido una imagen tan negativa sobre el panorama de la República Dominicana que arrastra a líderes de opinión?
Identifico varias causas, pero la madre de todas, está en la corrientes populistas que dominan el escenario internacional a partir de la gran recesión desatada por la crisis inmobiliaria del 2008, que alumbró, desde la derecha, movimientos como los del Tea Party, y, desde la izquierda, al Occupy Wall Street, los descontentos de Sol, en Madrid, y réplicas como marchas verdes en distintos países.
De un lado se indentifica a los inmigrantes y la externalización de la economía, como la causante de todos los males, y, del otro, se apunta hacia una connivencia de las élites y los grupos económicos dominantes, para subyugar a las mayorías.
Fenómenos como el Brexit, en el Reino Unido, el triunfo de Donald Trump, en los Estados Unidos, y el avance de los partidos antinmigrantes en Europa, son el fruto de esas marejadas populistas, que se tornan más complejas porque las oportunidades de ascenso económico y social, en los países que fungen como grandes receptores de inmigración, se tornan cada vez más limitadas, por lo que el destino de la inmensa mayoría de los que nacen pobres y llegan pobres a países como los Estados Unidos, es vivir y morir en la pobreza.
El motor de las migraciones es la búsqueda de progreso económico y social, que, al no lograrse, recrudece el descontento de los individuos con el lar del que han partido, conjugándose un efecto dominó: los originarios del destino a donde llegan, culpan a los inmigrantes del deterioro de su bienestar, quienes a su vez traspasan el encono al país del que han salido y a todo el que lo represente.
Esa frustración es alimentada aún más por corrientes de opinantes fatalistas que se esmeran a diario por llevar al ánimo de sus audiencias la visión más deprimente sobre su país, en búsqueda desesperada del posicionamiento que le reditúe principalía política y mediática, sin importarles irrespetar al que tenga una visión distinta.
Otra realimentación proviene de las expectativas de remesas y ayudas que tienen los familiares y cercanos que permanecen en el país, que si no proyectan necesidades, no tienen oportunidad de recibir ayudas.
Un componente que también confluye es el carácter limitadamente inclusivo del crecimiento económico que ha experimentado la economía de manera consistente.
Las informaciones que corroboran la fortaleza de la economía están al alcance de todo el que quiera disponer de ellas, que si no confía en las fuentes gubernamentales puede contrastarla con las evaluaciones de organismos internacionales como el de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, que acaba de certificar que República Dominicana lidera el crecimiento en la región.
La derrota del derrotismo no está sólo en el diseño de una política de comunicación que transforme la frustración en esperanza, sino en la continuación de iniciativas que como la de la ciudad Juan Bosch, y la afiliación al régimen subsidiado de SENASA, reflejen preocupación por el bienestar de los que han emigrado en búsqueda de progreso.
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