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“Dios nos creo para ser Felices”

Revisar contantemente nuestra vida y nuestra escala de valores. 

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Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Dios crea al ser humano para ser felices. Creo que toda persona al llegar a su adolescencia debe enseñársele que los humanos no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos una cosa u otra. No es cierto, como la gran mayoría piensan que la felicidad se encuentra en la calle, como una moneda. La felicidad es como una casa que hay que construirla ladrillo a ladrillo.

Habría también que enseñarles que la felicidad completa no se encuentra en este mundo, hay momentos en que eres más feliz que otros. Sería también necesario enseñarles que no hay recetas para la felicidad, y que la felicidad no siempre es la misma. No es la misma para tu vecino o amigo que la mía.

Añadir después que, aunque no hay recetas para la felicidad, porque en primer lugar, son muchas las clases de felicidades y que cada hombre debe construir la suya. Para ser felices hay que descubrir cuál es la mía propia, es decir que me hace feliz a mí.

Después añadir que, aunque no haya recetas infalibles si hay una cantidad de caminos por los que con mucha certeza caminar hacia ella. A mí se me ocurre de repente, unas pocas.

Una de ella sería valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Disfrutar de todo lo bueno que tenemos. No esperar a encontrarnos con un ciego para valorar lo importante que son nuestros ojos.

Asumir serenamente las partes negativas o diferenciarlas de nuestra existencia.

Vivir abiertos al prójimo. Pensar que es preferible que nos engañen dos o tres veces en la vida que no pasarnos la vida desconfiando de los demás.

Tener un gran ideal, algo que ponga sentido a nuestra vida, y hacer lo que nos venga mejor a nuestras energías.

Creer mucho en el bien. Tener confianza en que a la larga, terminara siempre por imponerse el bien.

En el amor, preocuparse por amar y no por ser amados.

Elegir si es posible, un trabajo que nos guste, y si no es posible, amar el trabajo que tenemos.

Revisar contantemente nuestra vida y nuestra escala de valores.

Cuidar que el dinero no se apodere de nuestro corazón.

Esta lista podía ser más grande, pero a buen entendedor con pocas palabras bastan.

Los dejo con esta lectura tomada del Libro de los Proverbios, Capitulo 2, Versículos 2 al 5 que dicen: “Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el respeto de Dios”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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