En estos tiempos de investigaciones sobre preferencias electorales, un error fatal predomina sin ser ponderado conforme su dimensión, porque el tirijala mediático acerca de los resultados se lo chupa todo en desmedro de la calidad, o sea, en contra del derecho humano a la comunicación, inherente a ciudadanos y ciudadanas. Trátase de la infeliz coincidencia entre los discursos periodístico y político.
En uno y otro, aunque con sobrado sensacionalismo, apenas se atina a rechazar o acoger los numeritos finales sin el mínimo rigor científico; mientras son resonantes expresiones que revelan ignorancia supina sobre conceptos elementales de la materia o las mañosas prácticas de manipulación con números. Como la de un famoso de la televisión, quien, durante cinco minutos, quiso ofrecer una clasecita televisual y, exhausto de tanto patinar, concluyó en que la diferencia entre sondeo y encuesta estriba en que el primero (que hacen la radio y la TV) no es científico y la segunda sí (como la Gallup).
O las historias del cientista social que, aprovechando su crédito público y el desconocimiento de muchos, cocinó un sancocho con insumos ajenos a ese plato dominicano para lograr el sabor preferido de su paladar (encuestas incomparables, como incomparables son las manzanas y las peras).
Sinrazones como las citadas sobran en el ambiente, y sirven de sustento a las abundantes argumentaciones propias de las conveniencias, expresadas o simuladas en datos traídos por los cabellos, de contextos diferentes. Faltan sin embargo los análisis caracterizados por la precisión, que debería ser el papel del periodista en tanto buscador y escrutador de lo ocultado para difundirlo a sus públicos con apego al estilo y a la ética de la profesión. Diferente al político, quien se arma con la retórica, engorda su discurso para conquistar adeptos que le lleven al poder sin mediar la ética.
Como periodista, me gustaría sentir un debate más profundo en cuanto a los resultados del sondeo de Gallup que el diario Hoy comenzó a publicar el lunes 21 de noviembre, a seis meses de las presidenciales. Y así dejar que los políticos le pongan los apellidos correspondientes y toda la espectacularidad que acostumbran.
Sería bueno saber si el margen de error declarado (2.8), con un intervalo de confianza de 95, se corresponde con la muestra emitida de 1,200 electores. Si la distribución de la muestra obedeció al factor de representatividad y si la aplicación del cuestionario in-situ obedeció a criterios científicos…
Si el trabajo de campo se hizo en días normales o en momentos que favorecieran sesgos. Si la ficha técnica contiene los nueve elementos fundamentales (universo, muestra, cálculo de la muestra, margen de error, situación de proporcionalidad, días de aplicación de los cuestionarios, procedimiento de selección de la muestra, empresa contratante, empresa contratada).
Si ha sido declarado el porcentaje de indecisos. Si el tratamiento de la información periodística contempla el prorrateo de los indecisos y los intervalos a partir del margen de error. Si están capacitados y son éticos los trabajadores del campo y sus empleadores…
La calidad del sondeo de opinión electoral mencionado quedaría cuestionada si revelaran diferencias entre lo declarado y lo asumido; si verificaran incumplimiento del protocolo que aconseja la ciencia. Descubrirían en síntesis un cruel ejercicio de manipulación.
Si así fuera, estaríamos ante un merecido principio del final de la Gallup Dominicana y su presidente Rafael Acevedo, con los daños correspondientes a su medio-cliente. Pero ante la ausencia de demostración en los debates, a tales empresas solo les queda ir a juicio el 20 de mayo, y será el juez supremo (el pueblo) quien, en su íntima convicción, las hundirá en la cárcel del descrédito o las subirá a la gloria de la credibilidad.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email