Buenos Aires.- Los cadáveres del Che Guevara, Evita y Juan Domingo Perón tienen algo en común: los tres fueron mutilados en su día, algo de lo que se sirve ahora una exposición en Argentina, que a través de ellos narra la venganza y el odio que acompañan a algunos personajes incluso después de su muerte.
«Aquí hay una cosa más por venganza que por una cosa erótica de los muertos, (trata) más de venganza y odio», dice el director artístico de Arte x Arte, Eduardo Médici, sobre «Cadáver Exquisito», la muestra que ocupa las paredes de su galería en Buenos Aires y que forma parte de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del sur (Bienalsur).
El «cadáver exquisito» es un juego en el que varias personas componen un texto común a partir de frases independientes sobre la marcha; es popular en Argentina y tiene su origen en la técnica de surrealistas franceses de la década de 1920 como Paul Éluard y André Breton.
La exposición curada por Fernando Farina, en la que se exhiben obras, entre pinturas, fotografías y otros elementos artísticos, de ocho autores -una de ellos, la argentina Noemí Escandell, fallecida días antes de la inauguración-, toma de aquel juego solo el nombre, nada más que eso.
«Aquello era un juego y esto ya es una cosa más dramática», comenta Médici sobre esta exhibición, que se basa en cadáveres que, por uno u otro motivo, son particulares.
En Argentina hay varios casos a lo largo de la historia y tres de los más célebres sirven de disparadores para que los artistas ahonden en el concepto de las venganzas contra los muertos que se dieron en el país.
La tumba de Juan Domingo Perón, tres veces presidente argentino, fue profanada el 29 de junio del 1987, cuando ingresaron a la bóveda del cementerio de Chacarita, en la capital argentina.
Los delincuentes, jamás encontrados, cortaron las manos del cuerpo, se llevaron un anillo, la espada militar, una capa y una carta manuscrita con un poema que había dejado sobre el féretro su viuda, Isabel.
En la exposición de Arte x Arte, el visitante entra en una instalación oscura, tétrica, con aspecto del sótano de ladrillos erosionados donde quizá yacen esas manos enigmáticas.
Escondido en un rincón de la sala, un frasco contiene la recreación de las extremidades, cuyo robo se atribuye en Argentina a contrarios al Perón, fallecido en 1974.
«Yo creo que la muestra intenta mostrar y poner en diálogo el pasado con el presente (…), que de alguna manera haga pensar de vuelta qué pasó, qué se puede llegar a repetir, ya que los sucesos a veces se repitieron», indica Médici.
No hay que alejarse mucho de Perón para encontrar otro ejemplo marcado en la historia negra Argentina: la desaparición del cadáver de Evita Perón, una historia rodeada de leyenda y misterio sobre los verdaderos motivos por los que el cuerpo, que ahora descansa en el cementerio de Recoleta, estuvo 14 años perdido, de 1957 a 1971, y qué pasó con él en ese tiempo.
«Cadáver exquisito» recuerda a Evita, fallecida a los 33 años en 1952, con varias pinturas que muestran sus restos jóvenes, luminosos y extraviados.
Sin embargo, lo primero que ve quien llega a la exposición, abierta hasta el 23 de agosto, es otra foto histórica: la del guerrillero y revolucionario Ernesto «Che» Guevara muerto y con los ojos abiertos, antes de que el Ejército boliviano también le cortara las manos, como a Perón, e hicieran desaparecer el cuerpo, como el de Evita, para que fuese encontrado solo 30 años después en una fosa.
«Hay camisetas con la imagen del ‘Che’, o de él diciendo algo… El capitalismo genera esos ‘souvenirs’ como una manera de generar el olvido», asevera el galerista, quien espera que a través de la muestra «el espectador desacostumbre la mirada al souvenir» y vea que detrás de él hay «otras cosas».
Para él, uno de los textos de la muestra diferencia necropatía de necrofilia, y aunque en general «Cadáver exquisito» habla del morbo que hay en la muerte, sí «deja ver sobre ello».
«Hay una cosa no solamente de morbo en el que hacía la venganza, en el que ejecutaba la amputación, sino también en el que miraba y esperaba», concluye Médici.
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