Desde el año 2004, el PLD ha gobernado ininterrumpidamente este país; 16 años al 2020, período más largo que aquellos 12 de Balaguer.
Durante estos últimos 15 años, el PLD ha ejercido con relativa facilidad la difícil tarea de gobernar. La economía ha crecido constantemente con estabilidad macroeconómica, nada despreciable ni para subestimarse; y la oposición se ha mantenido, por una razón u otra, debilitada. Estas dos condiciones, más la unidad de dirección que por muchos años logró el PLD, son las tres razones que explican el gobierno longevo y la fuerza de la marca PLD.
Pero el presente es distinto. A través de los años, a pesar de las condiciones favorables para gobernar, el PLD fue acumulando problemas. Entre los más notorios, y de los que más se queja la gente, están la corrupción y la delincuencia; dos problemas que se relacionan. La corrupción significa violar la ley e incita a violar la ley. La delincuencia es la violación de la ley con consecuencias directas para las víctimas, por eso cunde el temor.
La debilidad de la oposición partidaria ha permitido al PLD gobernar con pocos controles en las esferas de poder. Las principales fuerzas “opositoras” se integraron, de una manera u otra, al gobierno. La mayoría de los partidos pequeños son, fueron o esperan volver a ser parte de la alianza peledeísta, y también el PRSC y el PRD. En sentido general, la clase política dominicana ha girado en torno al PLD desde el 2004.
Los partidos políticos no se han restructurado de manera significativa y el escándalo Odebrecht ha tenido un impacto muy negativo para los gobiernos del PLD, sumados otros escándalos de corrupción antes y después. Pero el punto de inflexión es sin duda Odebrecht; por eso la marca PLD está desprestigiada.
El presidente Danilo Medina, reelecto en mayo de 2016 con 61.7% de los votos, se encontró entre la espada y la pared en enero de 2017 con el surgimiento de Marcha Verde. Por primera vez, las capas medias urbanas salían al sol callejero a protestar. Prendió la indignación por la corrupción.
El gobierno dio tiempo al tiempo, y para fines de 2018, Marcha Verde había bajado de intensidad. Danilo Medina dio un bajón en su nivel de aprobación, pero no colapsó. La situación pareció estabilizarse, ¡pero no! Odebrecht siempre husmea.
Hoy, en la sociedad dominicana existe un profundo desencanto con la situación del país que reflejan todas las encuestas. Eso imposibilitó el proyecto reeleccionista, pero también presenta un inmenso desafío para el PLD en las próximas elecciones.
La oposición sigue siendo débil y no encanta lo suficiente al electorado, ¡cierto!, pero el desencanto con el PLD puede ser lo suficientemente potente para aumentar los niveles de apoyo a la oposición si el PLD no ofrece candidaturas recicladas, y si el PRM no comete grandes errores.
Dar como seguro que el PLD va a ganar de nuevo en el 2020 sería el mayor error que puede cometer ese partido. La gente está cansada de caras añejas y problemas irresueltos, y la clase media, en particular, está cansada de ver la prosperidad de los peledeístas que le imputan a la corrupción.
Ni el PLD puede asumir desde ya la victoria, ni la oposición debe jugar a hacerse la víctima del poder omnipotente del PLD para encubrir sus deficiencias.
Para competir electoralmente, la oposición y el PLD tienen que plantearse seriamente cómo encantar un pueblo en fatiga política. ¡He ahí su reto!
Artículo publicado en el periódico HOY
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