Con el arresto de la esposa de César Emilio Peralta, el prófugo que ha mantenido en vilo a este país durante la última semana, surgen una serie de interrogantes que la Procuraduría General de la República debe responder.
La orden de arresto estaba lista desde el lunes 19, un día antes de los aparatosos allanamientos, incluida desde un principio en la orden judicial de detención emitida contra 18 personas.
Sin embargo el nombre de Marisol Mercedes Franco no lo mencionaron como parte del grupo de personas buscadas por el caso.
Ahora una semana después, la apresan en el apartamento de Blue Tower, que fue supuestamente requisado ese mismo martes.
¿Estuvo ahí todo este tiempo y las autoridades no ejecutaron esa orden de arresto?
¿Si no estaba ahí, como regresó sin que las autoridades se dieran cuenta?
Por donde entró?
Sabemos que agentes de la DNCD estuvieron en Blue Tower nuevamente el pasado sábado, por espacio de por lo menos dos horas.
¿No llegaron ese día hasta el apartamento?
No se les ocurrió mantener vigilancia permanente en el edificio?
¿Cuántas evidencias habrá podido eliminar durante toda esta semana?
¿Cuantas transferencias habrá logrado hacer o es que nuestra Procuraduría piensa que todo el dinero de este hombre está aquí en el país, siendo según las propias palabras del Procurador, el hombre que manejaba “una de las estructuras de narcotráfico más importantes de la región del Caribe y Estados Unidos”.
¿Este arresto fue negociado?
¿Se atreverán a decir las autoridades que Marisol Franco no tenía conocimiento de lo que supuestamente hacía su esposo, que no sabía la procedencia de tanta bonanza que daba pie a las suntuosas fiestas y los multimillonarios recursos amasados, que para las autoridades aparentemente era invisible pero que era voz populi en ciertos sectores?
¿Ha habido favoritismo en este caso por ser la detenida hermana de una funcionaria del gobierno, Berlinesa Franco, esposa del difunto Juan de los Santos?
Estas y otras preguntas son solo algunas de las que merecen respuesta y rápido, porque para detener a un médico en Santiago, humillándolo equivocadamente con relación a este mismo caso, no hubo titubeos.
Otro hombre también fue detenido equivocadamente aquí en el Distrito Nacional, porque se encontraba en la zona de los allanamientos en camino a recoger su automóvil.
Y hoy nos enteramos que también realizaron una tercera detención a una dama cuyo padre lleva el mismo nombre del sospechoso más buscado, pero nada tiene que ver con el caso.
Todos estos insólitos episodios parecen extraídos de una novela basada en la ficción, o más propiamente, de una secuencia de hechos en que la complicidad aparece mezclada con corrupción e impunidad.
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