En pasados días el conocido psiquiatra José Miguel Gómez Montero, en la columna que publica semanalmente en el matutino Hoy, advirtió que el crecimiento económico que el caso de nuestro país ha sido significativo y constante en los últimos años, pero sin embargo el desarrollo humano y social ha corrido en relación inversa.
Hoy sin dudas somos un país más avanzado en el plano material. Y aún cuando todavía existe una gran desigualdad social, inequitativa distribución de la riqueza y un gran número de familias viviendo en condiciones deplorables, los índices de pobreza han disminuido al igual que la desnutrición y la clase media ha ido en aumento pese a todas las cargas que soporta.
En adición gozamos de una amplia franja de derechos civiles y de libre expresión, lo que por el contrario es objeto de cada vez mayor regateo por parte de los gobiernos de países vecinos sin que sea necesario mencionar nombres que todos conocemos.
Ahora bien…¿Hasta donde, en cambio, hemos decrecido en el aspecto humano? Lamentablemente como advierte en su trabajo de marras el acreditado profesional de la salud mental, los valores esenciales que garantizan la convivencia armoniosa en el seno de la sociedad se han ido deteriorando a mucha mayor velocidad que la conquista de los logros materiales.
La institución familiar como célula básica de la sociedad va perdiendo cada vez más espacio. Y en similar medida la calidad de los seres humanos. Ni la escuela ni el hogar están llenando su papel educador y formador de ciudadanos no solo más capacitados sino para aprender a convivir en comunidad. Vamos perdiendo el sentido de solidaridad, el compromiso cívico de cumplir nuestros más elementales deberes ciudadanos. Sencillamente nos estamos desvalorizando como seres humanos y convirtiéndonos en una horda cada vez mas agresiva de simples sobrevivientes.
¿Quiere esto decir que el progreso económico conlleva como contrapartida negativa el decrecimiento del desarrollo humano? En modo alguno. Sobran ejemplos de lo contrario. En su artículo que sirve de base a este comentario, el doctor Gómez Montero toma como referencia en contraste con nuestro caso los de Singapur y Taiwán. De primera mano conocemos por experiencia propia el de este último. Colocados en la gatera arrancaron al mismo tiempo que nosotros. Pero en la medida en que la carrera avanzó nos fueron dejando muy rezagados. Hoy son de las economías más prósperas del mundo, pero también de las sociedades con más elevado desarrollo humano, formación cívica y conciencia social.
El secreto no es tal: un sostenido esfuerzo por producir riqueza y prosperidad, pero parejamente por impulsar el desarrollo humano y social, forjar ciudadanos conscientes y solidarios a través del respeto a la ley, la educación, la disciplina, el esfuerzo en el marco de una sociedad donde prime el reconocimiento al mérito y el espíritu de superación sin margen para favoritismos ni privilegios. Y naturalmente, un severo régimen de consecuencias y sanciones para los infractores que alcance a todos sin importar rango social, económico ni político.
Es la fórmula de aplicación. La única probada y efectiva.
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