Desde hace varios años, muchas personas me expresan su deseo de que el sistema de partidos (o como llaman, la partidocracia) implosione, colapse, y que de las cenizas salga algo nuevo.
Cuando escucho ese tipo de comentario concluyo que, quienes así se expresan no saben el costo del colapso de un sistema de partidos. Y por costo no me refiero solo al institucional, sino también al económico. Persistentes en su afán, dicen que el país no puede estar peor; por ende, abajo todo.
En los últimos 20 años, de hecho, el sistema de partidos dominicano ha ido lentamente implosionando. Primero se produjeron las divisiones del PRSC hasta que se evaporó su masa votante a partir de las elecciones de 2004. El PRSC de hoy es una insignia partidaria con un grupito de políticos diestros en beneficiarse del Estado.
Luego se dividió el PRD y la parte con la insignia se alió al gobierno de Danilo Medina para derivar beneficios y no esfumarse. El PRM heredó una parte importante de los votantes perredeístas en las elecciones de 2016, y desde entonces tiene el desafío de crecer por cuenta propia.
Para alcanzar ese objetivo, el PRM enfrenta varias dificultades: 1) no ha presentado aún al país una propuesta que lo diferencie del PLD: hay que encantar a los desencantados que no abrazarán algo si no les convence; 2) como resultado de lo anterior, no han emitido aún mensajes claves de campaña: no es suficiente decir que se vaya el PLD o el cambio va; y 3) no tienen todavía un roster de mensajeros eficaces para impulsar la agenda.
Sin resolver esos tres asuntos, al PRM le ha resultado difícil crecer, aún en un contexto ideal para hacerlo por la fuerte confrontación en el PLD.
El conflicto entre Leonel y Danilo, con resultados tan apretados en las primarias y las denuncias de fraude del leonelismo, seguirá vivo, se dividan o no.
Dado que es la primera grieta importante en el partido gobernante, y que en el entorno leonelista se aglutina un conjunto de partidos pequeños de ultraderecha con necesidad de encontrar finalmente un candidato propio que genere votos, Leonel está bajo presión.
Es decir, fuera del debate jurídico de si la ley le permite o no postularse por otro partido, Leonel tiene que dar respuesta a sus animadores externos al PLD. Esos partidos minoritarios de ultraderecha necesitan un candidato presidencial antes de terminar octubre y apostaron a Leonel. Si se va con ellos, surgiría entonces una tercera fuerza electoral que drenaría votantes al PLD.
También se especula de David Collado: si formará tienda aparte con algún partido pequeño. De suceder, drenaría votos al PRM.
Si todo esto ocurriera, aún no lo sabemos, habría cuatro candidaturas dividiéndose el pastel electoral, y los partidos pequeños estarían prácticamente todos forjando alianzas con ellos.
Desde el 2004, el sistema de partidos dominicano ha estado operando con un partido dominante, por lo cual, un clivaje en el PLD tendría implicaciones para todo el sistema.
¡Pero ojo! Las opciones que se barajan no traen nada nuevo al escenario político nacional. El sistema de partidos dominicano se ha derechizado entero y solo se ven figuras de varios costados intentando competir para llegar al poder.
La novedad esta semana es la revolución que desempolvaría Leonel. Pero la revolución no necesita elecciones; necesita armas y gente dispuesta a inmolarse. ¿Pelearán los ex trujillistas y ex balagueristas que vociferan hoy? ¿Pelearán los nuevos ricos del PLD que quieren volver? Siéntese a esperar.
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