Los grandes maestros del periodismo aconsejan, para un buen ejercicio de la información veraz y orientadora, la verificación o sustentación de datos y de manera fundamental un esfuerzo permanente de honestidad profesional.
Esto último se facilita en la medida en que haya una fiel adscripción a las normas éticas y deontológicas que garantizan seriedad y transparencia y, sobre todo, si el periodista y los medios se mantienen esquivos para no dejarse utilizar o ser blanco de maliciosas manipulaciones.
Son muchas las fórmulas o mecanismos, a veces grotescos o manifiestos, pero en ocasiones tan sutiles que apenas son perceptibles, utilizados por personas o sectores que para satisfacer sus prioridades particulares buscan apartar a la prensa de su rol fundamental de sólo poyar o responder a los asuntos de interés general.
Tener bien en claro la existencia de estos riesgos para garantizar credibilidad es una previsión que deben observar medios y comunicadores, especialmente en períodos de campañas electorales, donde soplan tantos vientos encontrados y desorientadores en la frenética lucha por alcanzar y controlar el poder político.
Como hemos postulado en otras oportunidades y ahora ratificamos, el compromiso irrenunciable de SIN es con la información amplia, sin maquillaje ni elementos inducidos, a fin de que sea el público quien se forme sus propias opiniones e ideas acerca de los acontecimientos noticiosos.
En nuestros medios no tenemos ni proyectamos inclinación por ningún color o bandería partidaria, porque nuestro compromiso es únicamente con la institucionalidad democrática, el derecho de la gente a dar y recibir informaciones y la promoción de los mejores valores nacionales.
Como la imparcialidad, sensu stricto, es una quimera o un “gran cuento chino”, como sostenía el gran filósofo español José Ortega y Gasset, creemos que lo correcto y creíble es hablar de honestidad profesional, o sea el esfuerzo serio y responsable de difundir noticias con claridad y sin engañifas.
Para nosotros, todos los actores de la actividad política, tantos las grandes y tradicionales organizaciones como las llamadas emergentes, merecen respeto y oportunidad de comunicar sus proyectos para conocimiento de la opinión pública y la población en general.
Si tenemos alguna proclamada preferencia será siempre con el pueblo dominicano y las instituciones que se empeñan, dentro del imperio de la ley, para garantizan el estado de derecho y el disfrute pleno de las libertades públicas.
Nada ni nadie nos apartará que ese camino porque jamás defraudaremos la confianza del inmenso público que nos sigue para mantenerse al día de la realidad y sus perspectivas, a nivel local e internacional.
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