La campaña de Donald Trump para ganar la presidencia de los Estados Unidos, siempre apuntó contra el CAFTA o TLCAN, Tratado de Libre Comercio de América del Norte, suscrito en 1994, que lo definió como el peor de los negocios hecho por los Estados Unidos, porque acomodaba el terreno para que empresas estadounidenses se colocaran al otro lado de la frontera para aprovechar una mano de obra más barata y luego ingresar sus productos al mercado norteamericano.
Es decir, que ese tratado era uno de los causantes del descrecimiento de los empleos para los trabajadores estadounidenses y de la precarización del salario, por lo que se dedicó como lo prometió en campaña a promover su modificación, que ya la tenía lista y firmada por los tres países desde noviembre del 2018, pero ahí los demócratas no quisieron dejarlo sólo en la fiesta, e incorporaron una serie de exigencias que aumentaban los perjuicios a México, que no estaba en condiciones de otra cosa que de preguntar dónde había que firmar.
La razón la expone muy bien The Washington Post:
“Su economía (la de México) está técnicamente en recesión. Lograron el mejor trato posible, pero el claro impulso del USMCA (por sus siglas en inglés) es hacer más difícil para las empresas (especialmente la industria automotriz) cerrar fábricas en los Estados Unidos y Canadá y mudarse por completo a México, donde los costos laborales son más baratos”.
Los demócratas para demostrar a los trabajadores estadounidenses que son más aliados de ellos que Trump exigieron que la mano de obra para la industria automotriz sea como pago mínimo 16 dólares la hora; que México de mayores garantías para la sindicalización laboral, y que un panel internacional intervenga en las controversias obreros patronales.
Una empresa canadiense o estadounidense que no tenía que pensarlo dos veces para cerrar en esos países e irse a México ahora tienen que calcular de nuevo otros factores, como el de la inseguridad versus lo poco que se economizarán en pagos de mano de obra; y sobre todo cuando también pierden otros estímulos porque ya no será un 68 sino un 75% de los componentes de vehículos que tendrá que ser de uno de los tres países, mucho menor margen para traer partes asiáticas de igual calidad y menor costo.
Los beneficios económicos que T-MEC trae para Estados Unidos, no son la gran cosa para una economía de 22 billones de dólares, que ni se percata de un flujo adicional de 68 mil millones o de la creación en seis años de 176 mil empleos, que ni se notan en un mercado con 157 millones de puesto de trabajo no agrícolas, pero en el juego político el logro es muy importante porque atacan uno de los factores identificados como causantes del deterioro del sueño americano.
Pero dice el refrán que cuando veas la barba de tu vecino arder pon la tuya en remojo, por eso RD y las naciones del Dr-CAFTA tienen que prepararse para exigencias similares que pudieran quitar estímulos al esquema de zonas francas, aunque los resultados del tratado de libre comercio con República Dominicana sean altamente beneficiosos para los Estados Unidos.
A parte de los constreñimientos a México, lo nuevo del T-MEC son regulaciones al comercio electrónico y otros aspectos de la economía digital que no existían en 1994, cuando se firmó TLCAN. Lo claro es que USA viene por más.
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