Un rasgo muy particular del pesimismo dominicano es creer que todo anda mal incluso en los mejores momentos. Por eso se oyen tantas quejas sobre la marcha de la economía y la situación del país en especial. Cuando se le pregunta a un empresario próspero como se encuentran sus negocios, por lo regular responde:” más o menos”. Y ni hablar de lo que les diría cualquier hombre de la calle. Admito que algunas cosas marchan mal y otras muchas muy mal probablemente. Que no hay una justicia confiable ni respeto por la ley. Pero de ahí a pretender que la nación no avanza poco ayuda al esfuerzo público y privado de ensanchar las perspectivas nacionales.
Lo cierto es que en comparación con la generalidad de los países sobre los cuales tenemos cotidiana información, vivir en el nuestro es un privilegio. Escuché a un político muy conocido por lo sombrío de sus predicciones, protestar en la radio que la república está jodida. Tal vez sería injusto de mi parte quitarle la razón porque habrá sin duda muchos jodidos, él entre ellos, con ánimo además de seguir siéndolo. Pero a despecho de la enorme dosis de pesimismo que nos envenena, este país funciona y cada día el panorama se ensancha, con una economía sólida en crecimiento y gente emprendedora esforzada en seguir avanzando.
Quizá el problema radica en la falsa y desalentadora creencia de que cuanto se hace desde el gobierno es criticable y cuanto se dice en el lado opuesto es lo correcto, porque no existe nada enteramente malo como tampoco enteramente bueno, especialmente cuando de política se trata. A lo mejor todo lo que necesitamos sea sólo un poco del coraje que nos falta para sentarnos a vislumbrar, sin condiciones contaminantes, el país que todos queremos dentro de unos años, dejando a un lado las diferencias en beneficio de la nación que tanto amamos. Tarea que no me parece muy difícil si dejamos de pensar que sólo un cambio electoral nos acerca al porvenir.