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¿A qué viene Lavrov?

Ojalá la Cancillería tenga claro el rumbo, porque en este ajedrez global, un peón mal movido puede costar muy caro.

¿A qué viene Lavrov?

No es poca cosa que un canciller ruso pise suelo dominicano y menos en estos tiempos tan convulsos.
Serguéi Lavrov, el hombre fuerte de la diplomacia de Vladimir Putin, aterriza en Santo Domingo el martes, 30 de abril, justo cuando su país libra una guerra de desgaste en Ucrania, en medio de las sanciones que Occidente ha impuesto a Moscú y con Donald Trump ocupando la Casa Blanca.

El Ministerio de Relaciones Exteriores (MIREX) anuncia la visita como un «hito» y lo es, pues Rusia abrirá por fin su embajada aquí, completando así la representación diplomática de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, a los que se suman China, Estados Unidos, Francia y Reino Unido.

Pero más allá del protocolo y de las excusas de apertura de la embajada, la pregunta que salta es: ¿Qué busca realmente Moscú en la República Dominicana? Se entiende su relación con Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero genera suspicacia su visita por estos lares.

Lavrov no viaja por turismo o viene a coger sol en la playa, fumando tabaco y tomando ron. Viene de la cumbre de los BRICS en Brasil, donde Rusia intenta romper su aislamiento occidental y crear un sistema financiero paralelo para acabar con el poder del dólar a nivel global.

Su escala en República Dominicana ocurre en un momento delicado. como la guerra en Ucrania.

¿Pretendrá Lavrov sondear al gobierno dominicano ante una eventual votación en la ONU o un acercamiento a través de Estados Unidos? Recordemos que el país ha evitado condenar explícitamente la invasión rusa o tomar parte en el conflicto.

Es cierto que con Trump en la Casa Blanca, la presión estadounidense sobre Rusia se ha relajado y apuesta a un alto al fuego, pero realmente esta visita no le hará gracia a los Estados Unidos. ¿Está Moscú preparando el terreno para un nuevo escenario geopolítico donde el Caribe gane relevancia?, podría ser. Igual esta movida podría tratarse de una revancha a la decisión de Trump de imponerle un 10 % de aranceles a las exportaciones dominicanas hacia Estados Unidos, lo cual es legítimo en una guerra comercial.

Y está la sombra de China. Con la embajada rusa, ya tenemos a las dos potencias rivales de Estados Unidos con presencia diplomática plena aquí. ¿Será casualidad? No lo creo.
Es cierto que el gobierno de Abinader celebra la «reciprocidad» diplomática y defiende la soberanía nacional como precepto. Y tiene lógica, pues si la República Dominicana tiene embajada en Moscú, lo justo es que Rusia la tenga aquí. Pero en política exterior, nada es inocente, y lo que uno se pregunta es si el momento es el correcto.

¿Habrá beneficios? Atraer inversiones (turismo, energía) y diversificar relaciones, podr{ia ser. Rusia es un gigante energético, y en tiempos de crisis, tener múltiples socios no es mala idea, pero por medio están las sanciones y Estados Unidos es nuestro mayor socio comercial, por lo que hacer tratos, aunque sea a futuro, podría acabar en problemas.

También está los riesgos. Estados Unidos y su política exterior bipolar podría ver con recelo un acercamiento a Moscú, sobre todo si Lavrov propone acuerdos militares, tecnológicos o escenarios como los que comparte con Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El presidente recibirá a Lavrov en el Palacio Nacional. El protocolo exige cortesía, pero el contexto exige prudencia. República Dominicana no puede ignorar que la mayoría de nuestras exportaciones van a Estados Unidos y que cualquier gesto ambiguo hacia Rusia podría generar fricciones con Washington.

El escenario podría ser perfecto para pedirle ayuda a Rusia sobre el tema haitiano, de modo que su intervención en el Consejo de Seguridad ayude a mejorar el compromiso global. Pero Rusia pedirá algo a cambio.

Supongo que los espías estarán activados. Estados Unidos exigirá conocer los detalles y, quizás, enviará algún mensaje a Rusia, pues así son estas cosas.

Lo que sí está claro es que la visita es un movimiento estratégico para Rusia y un desafío para la República Dominicana, que deberá navegar sin naufragar en la tormenta geopolítica actual.

Ojalá la Cancillería tenga claro el rumbo, porque en este ajedrez global, un peón mal movido puede costar muy caro.