EEUU estuvo negociando con el Ejército Guerrillero Talibán una salida negociada y ordenada desde el periodo de OBAMA. Luego lo intento TRUMP (por allí estuvo Pompeo) y recientemente lo hizo la Administración BIDEN, que anunció la posible salida de las tropas estadounidense para el mes de septiembre.
Veinte años de intervención militar -a un costo de miles muertos y una enorme suma de dinero- supuestamente motivada por la determinación de capturar a Bin Laden y demás actores del ataque a las Torres Gemelas, lejos de debilitar la resistencia del pueblo afgano encabezada por los talibanes y su impronta fundamentalista, terminaron agotando ese recurso de las fuerzas imperialistas de Occidente y deteriorando el rol de reemplazo del ejército afgano construido por EEUU y la OTAN para sustentar el régimen títere al servicio de los designio imperialistas.
La resistencia nacional afgana vio en el anuncio de Biden una señal de debilidad, y lejos de contemporizar y contener la ofensiva, emprendió exitosamente la toma de las provincias no controladas y la ruta hacia del asalto a Kabul, capital de esa república islámica y sede del poder central pro-imperialista.
EEUU y aliados perdieron la guerra, pero su COMPLEJO MILITAR-INDUSTRIAL-MILITAR hizo un negocio colosal. Imagínense que solo en dos años, del 2010 al 2012, el gasto militar del Pentágono en la esa guerra representó 100 mil millones de dólares.
Una manera de agredir a un pueblo bravo con altas probabilidades de perder la guerra, pero con la seguridad de nutrir en grande las arcas de los monopolios de esa rama industrial y los negocios relacionados con la política guerrista; ampliado enormemente su escenario y sus ganancias con la declaratoria de la “guerra global antiterrorista”, dimensionada por George W. Bush como “infinita”.
Perdieron y a la vez ganaron, y siguen perdiendo y siguen ganando, sin poder contener su decadencia imperial; no sin intentar de nuevo -como de seguro lo harán en ese país del Lejano Oriente- recomponer viejas influencias en las entrañas del fundamentalismo islámico con la ayuda de sus viejos aliados en esa zona geoestratégica, muy especialmente con el respaldo de Pakistán, que nunca abandonó sus vínculos carnales con el ejército guerrillero talibán.
Claro, en condiciones de mayor debilidad de EEUU frente al desafío que implica la proximidad de las potencias emergentes alternas (China, Rusia e Irán), sus aproximaciones y vínculos con la fuerza triunfante en Afganistán y su segura ofensiva política en ese nuevo escenario.
A muchos le puede extrañar que un pueblo empobrecido de un país debilitado en extremo, con un fuerte régimen de ocupación, habitando una nación con un bajísimo nivel de sus fuerzas productivas, haya derrotado y obligado a salir de su territorio a uno de los ejércitos más poderosos del mundo después de 20 años de invasión, agresiones y masacres. Otro caso como el del debilucho David derrotando al gigante Goliat.
Algo similar le pasó tres veces a Inglaterra en su apogeo como potencia militar moderna: su ejército invasor solo pudo permanecer tres años a raíz de su primera intervención (1839-42), dos en la segunda (1878-80) y pocos meses en la tercera (1919).
Al poderoso ejército de la Unión Soviética le pasó algo parecido cuando, para apuntalar el régimen laico establecido en 1978 (producto de un golpe militar progresista) y adelantarse a la intervención militar estadounidense en preparación, decidió enviar tropas a Afganistán.
La URSS se empantanó militarmente en Afganistán como los yanquis en Vietnam y finalmente sus fuerzas militares fueron derrotadas al cumplirse una década de intervención militar, con un balance de miles de muertos y heridos y gastos militares equivalentes a 2,000 millones de dólares al año, una suma alta pero bastante menor a los exorbitantes gastos militares estadounidenses y pérdidas de vidas durante la reciente y fracasada invasión de EEUU a ese mismo país.
La hazaña afgana es realmente impresionante: 5 victorias guerrilleras en los últimos 180 años contra los ejércitos de mayor potencia de fuego a nivel planetario, con el consiguiente rescate de su soberanía.
Sin embargo, con esos antecedentes, lo que recientemente le ha pasado a la gigantesca y ultramoderna maquinaria de guerra estadounidense situada en Afganistán, no debe ni extrañar ni sorprender.
En 1857 Federico Engels, el entrañable amigo de Carlos Marx, describió de esta manera las razones del despliegue heroico del pueblo afgano en defensa de su fuerte e intensa identidad nacional cada vez que es agredida; esto independientemente de cualquier valoración crítica de su cosmovisión y de las aberraciones derivadas de la manipulación fundamentalista, propia y ajena, de su cultura e idiosincrasia islámica:
“Los afganos –afirmó Engels- son una raza brava, vigorosa e independiente; se entregan únicamente al pastoreo o faenas agrícolas, menospreciando los oficios y el comercio, que dejan gustosos a los hindúes y otros habitantes de las ciudades. Tienen una sola diversión: Para ellos, la guerra es un entretenimiento y un descanso de sus monótonas ocupaciones laborales”
Los derechos de hospitalidad son tan sagrados entre ellos que un enemigo mortal que se haya acogido a ella, aunque sea por estratagema, está a cubierto de toda venganza y puede incluso reclamar la protección de su anfitrión contra todos los demás peligros”,
Su odio indomable al poder y su amor a la independencia individual es lo único que les impide hacerse una nación poderosa… Pero esta misma irregularidad e inconstancia los hace vecinos peligrosos y susceptibles de dejarse llevar por el viento del capricho o arrebatar por intrigantes políticos, que excitan habilidosamente sus pasiones” ( ARTICULO SOBRE AFGANITAN-1857).
En siete días desplegaron su ofensiva final y precipitaron la retirada yanqui con abandono de armas y manifestaciones de pánico en sus subordinados.
Son poder con una fuerte y singular identidad, razón clave de la victoria.
Son mucho más fuertes que cuando en el 2OO1 las tropas estadounidenses derrocaron un gobierno bajo su control.
Impusieron de nuevo su soberanía, posiblemente condicionada por las características geopolíticas de la zona y de su vecindad, que incluye a Rusia, Irán, China, India y Pakistán.
Un país mediterráneo, empobrecido y semi-destruido, con un territorio de 647, 500 km2 y fronteras terrestre de 5330 km. Empobrecido, pero ubicado en la ruta del opio y rico en gas natural, minerales estratégicos, incluido litio; recursos ambicionados por amigos y adversarios..
Una nación islámica cruzada por múltiples conexiones islámica con una vecindad sometida a influencias políticas contradictorias. Pakistán fuerte aliado de EEUU, Irán adversario de la superpotencia norteamericana. China y Rusia desafiando con éxito el poderío declinante del Coloso del Norte, India enfrentada a Pakistán y hostil a los talibanes. Todos con poblaciones musulmanas y diversos vasos comunicantes con el islamismo afgano.
La mayoría de esos Estado, EEUU incluido, reconocen el poder talibán y la necesidad de negociar con esa fuerza sus futuras relaciones con la Nación Afgana.
En tales circunstancias el nuevo rumbo del pueblo afgano y sus comunidades musulmanas más radicales -presionadas a lo interno y a nivel mundial a ceder en sus prácticas ultraconservadores, radicalmente patriarcales y singularmente violentas- todavía está indefinido; dada por un lado –como decía Engels- su condición de “vecinos peligroso y susceptibles de dejarse llevar por el viento del capricho o arrebatar por intrigantes políticos, que excitan habilidosamente sus pasiones”; y, por el otro, el peso de sus fuertes contradicciones con EEUU y con las potencias de la OTAN.
Las alianzas predominantes con unos u otros de los diversos componentes de este mundo multipolar, habrán de influir significativamente en sus posicionamientos frente a las grandes confrontaciones y agrupamientos a escala mundial.
Lo acontecido en Afganistán no es el fin de la influencia de EEUU en el Lejano Oriente, pero si otro revés de un imperio en declive, impactado en sus entrañas por sus grandes temores frente a los posibles nuevos avances geopolíticos de China, Rusia, Irán y otros antípodas, en esa zona estratégica del planeta. (27-08-2021, Santo Domingo, RD)