La grave sequía que afecta el país, que podría extenderse en los próximos dos meses, ha puesto de manifiesto la inconsciencia que aún prevalece sobre la necesidad de valorar el agua como un recurso esencial para la vida.
A pesar de urgentes y reiterados llamados para economizar el líquido ante la falta de lluvias y la creciente disminución en los caudales acuíferos, algunos sectores no parecen advertir la gravedad de la sequía y sus actuales consecuencias.
Por ejemplo, los lavadores de vehículos se resisten a acatar las regulaciones establecidas como parte de las medidas dispuestas por las autoridades para garantizar un suministro a la población mientras se prolongue la sequía.
Pero esta incomprensión y desafío a una cuestión de interés nacional no se limita a estos trabajadores, ya que se observa también en otros muchos núcleos poblacionales que siguen usando el agua como si se tratara de un recurso inextinguible y en abundancia.
Ante la actual situación se impone una colaboración masiva de las familias, de las industrias, del sector comercial y la población en general para economizar agua al máximo. Ese aporte, que en última instancia beneficia a toda la ciudadanía, debería ser voluntario y por conciencia propia, sin necesidad de llamados o acciones represivas.
¿Acaso no nos damos cuenta que con las presas en niveles críticos y la de Valdesia con solo garantía de suministro para 80 días al acueducto de Santo Domingo, economizar agua debe ser una tarea de todos?
A las autoridades toca por su parte seguir un monitoreo a nivel nacional, llevar asistencia para atenuar los efectos de la sequía en las zonas más afectadas y también ser más previsores, porque lo que padecemos actualmente había sido anunciado con bastante anticipación.