Con razón Agustín Laje dijo que lo habían tratado excelente en República Dominicana. Desconsideró con prepotencia sobre todo y frente a todos, sin importar quienes fueran: dirigentes, periodistas, organizaciones y luchas destacadas de este país, con una vida consagrada a las pocas libertades y derechos que tenemos. Y algunos le extendieron alfombra roja.
Pero eso no es culpa de Laje. Él vive de eso. Su labor es satanizar toda lucha y conquista social, inclusive los Derechos Humanos, en una quijotesca batalla contra el “comunismo”. Y vive de posteos en redes sociales, videos tipo “Directed by Robert B. Weide”, que retratan sus supuestas “humillaciones” a contrincantes, lo cual lo convierte en un “revolucionario” e “intelectual” en un reality show del mundo al revés, en el cual lo más retrógrado aparece como valiente.
Esos videos y memes son su trofeo de guerra. Aunque diga que es importante y victorioso en Argentina -casi prócer del “anti-abortismo”- en realidad muy poca gente sabe de él en su propio país, y sus ideas son repudiadas o desconocidas. Lo suyo es más el mundo digital, y las giras por el Caribe y Miami, dando discursos y presentando sus libros. Ese es su modus operandi.
Pero Agustín Laje no es ningún filósofo, menos experto en sexualidad, género o sociología. De hecho niega el carácter científico de las ramas del saber del que se dice conocedor. Sus estudios fueron en la Universidad de la Defensa de Estados Unidos, específicamente en “contraterrorismo”, y preside el Centro Libre, cuyo Consejo Consultivo habitan siniestros personajes como Carlos Alberto Montaner (exterrorista en Cuba y escritor por paga), Nicolás Márquez (apologista de la represión militar en la dictadura argentina) y Javier Milei (asesor del G20 y miembro del World Economic Forum). Acusa a todos sus rivales de ser pagados, pero jamás transparenta quién lo financia a él.
Además de vincularse con el mismo Márquez, quien le ordenó “no seas un militante, sino un intelectual de las derechas”, recibió otro consejo muy importante: la lucha contra la izquierda hoy es enfrentar al feminismo. Esta ha sido su contribución a la oleada de derechas de hoy y sin duda todo un modus vivendi para quienes tenían que encontrar cómo hacerse útiles en el mercado laboral neoconservador.
Aunque dice que no se abastece de la fe para argumentar, fue invitado a República Dominicana por asociaciones religiosas, individuos adinerados y la Fundación Palabra de Vida, una entidad confesional con tentáculos en Santo Domingo.
Laje retuitea a Bolsonaro. Publica un libro junto a Márquez en el cual los comunistas ya no se comen bebés, sino que quieren convertirlos en homosexuales. Junto a Gloria Alvarez, Axel Kaiser y otros, Laje integra el “dream team” juvenil con que se traducen y difunden al español el copy-paste de las ideas que los neoconservadores en Estados Unidos empezaron a publicar en 1990.
Populismo, feminismo, derechos de los migrantes, son los Goliat contra los que estos David alzan su heroísmo de twitter, aviones y salón. Puros refritos, pero revestidos de rostros jóvenes, blancos, clase media, que hablan “lindo”. Se revisten de académicos que critican la política, y son los misioneros de una operación de reconquista del poder a escala regional.
En una próxima columna desmenuzaremos sus planteamientos. Ahora sólo subrayemos que lo impactante no fueron sus ideas, sino aquella alfombra roja que le lanzaron al señorito Laje, publicidad al por mayor en medios privados y redes sociales, que entre el recurrente fervor nacionalista dejan al desnudo el complejo de Guacanagarix que gobierna el alma de algunos con influencia.
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