París.– El Tribunal de París absolvió hoy a Airbus y Air France por el caso del accidente del 1 de junio de 2009 de un vuelo Río de Janeiro-París que se estrelló en el Atlántico y causó la muerte de sus 228 ocupantes, entre los que figuraban 58 brasileños.
Al término de una instrucción que se prolongó durante trece años ambas compañías acabaron en el banquillo acusadas de homicidio involuntario en uno los siniestros aéreos más fatales de los últimos veinte años.
Después de tres meses de proceso a finales de 2022 la Fiscalía se había alineado en su alegato con el grueso de las tesis de las dos multinacionales al considerar que era «imposible de demostrar» la culpabilidad del accidente, lo que enfureció a asociaciones de víctimas como Ayuda y Solidaridad AF447.
La presidenta del Tribunal, Sylvie Daunis, sostuvo la absolución al señalar, en la lectura de la sentencia, que «no hubo un nexo seguro de causalidad entre las imprudencias/negligencias y el accidente».
El constructor aeronáutico Airbus y la aerolínea Air France se arriesgaban a pagar una multa de 225.000 euros cada una y a soportar un alto coste de imagen y reputación, teniendo en cuenta que las dos son referencias de su sector y cotizadas en bolsa.
La clave del juicio fue saber si el accidente se debió a una falta de preparación de los pilotos, atribuible a Air France; a un fallo del dispositivo de medición de la velocidad, que sería responsabilidad de Airbus; o si, como se barajó durante la instrucción, todo se debió a una impericia de los pilotos, fallecidos en el siniestro.
Precisamente el medidor de velocidad del avión, que se estropeó al quedar congelado en medio de una tormenta en el Atlántico, ha sido una de las claves del proceso.
Con este dispositivo obstruido, los pilotos perdieron la orientación hasta precipitarse en el agua. El comandante del vuelo, el más experimentado de la tripulación, estaba durmiendo cuando ocurrió el siniestro.
Airbus se había defendido del mal funcionamiento de su dispositivo alegando que el modelo de medidor Pitot, de la compañía francesa Thales, que utilizaba el avión siniestrado, estaba en fase de sustitución por los Goodrich, de fabricación estadounidense.
En el accidente del 1 de junio de 2009 murieron las 228 personas que iban a bordo del avión (216 pasajeros y 12 tripulantes), entre ellos un bebé y siete niños. Las víctimas eran de 33 nacionalidades diferentes, en particular 73 franceses y 58 brasileños.