El reciente asesinato en Nueva York del CEO de una de las empresas aseguradoras más importantes de los Estados Unidos no solo ha causado conmoción por la tragedia que significa toda pérdida de vida en circunstancias violentas, sino porque ha puesto a la luz cuan grande es el enojo de gran parte de la población de ese país contra estas empresas y el sistema de salud que es catalogado como excesivamente complicado y caro.
Para sorpresa de la mayoría el sospechado asesino que ha sido detenido y se declaró no culpable, tiene un perfil atípico, un joven de 26 años, graduado de una buena escuela y una prestigiosa universidad con altas calificaciones, proveniente de una familia adinerada de origen italiano, quien según sus ex compañeros de clases “tenía todo a su favor”, era humilde y de fácil acceso, quien al parecer tenía una enorme ira y frustración contra esta empresa y el sistema norteamericano de salud como reflejan los mensajes de un manifiesto manuscrito que portaba cuando fue arrestado en el que se expresan duras críticas tales como “estos parásitos simplemente lo tenían merecido”, lo que va en consonancia con las palabras escritas en los casquillos de balas que se encontraron cerca del lugar de los hechos “negar, defender y deponer”, las cuales han sido asociadas al título de un libro publicado en el 2010 que critica a la industria de seguros de salud.
El hecho de que haya habido más o similares manifestaciones de ira contra la empresa y el sector de la salud que de empatía por la pérdida del alto ejecutivo y padre de familia, y de que el sospechoso se haya convertido en un fenómeno de popularidad en las redes sociales donde muchos intentan justificar el crimen como una expresión extrema de frustración frente a un sistema percibido como injusto, y en un símbolo de resistencia contra el poder e influencia de las empresas aseguradoras, es alarmante.
Y esto puede guardar relación con los datos estadísticos que revelan que en los Estados Unidos las personas gastan más dinero en atención de salud que en cualquier otro país desarrollado, y por eso tienen dificultades para costear los tratamientos, y con la insatisfacción de muchos con la autorización previa de los servicios por parte de las empresas aseguradoras y el denunciado aumento de las denegaciones de servicios por esa empresa en particular que contrasta con sus utilidades, lo cual provocó manifestaciones en su contra el pasado verano en Minnesota, aunque probablemente nadie pensó que esto finalizaría de forma tan patética.
Todo esto obliga a una profunda reflexión y no solo en los Estados Unidos, cuyo sistema de salud está cada vez más expuesto a la comparación de sus costos con sistemas de otras naciones desarrolladas, como es el caso de Francia, España, Alemania, Italia, en los que los ciudadanos tienen atención pública con altos niveles de calidad cubierta por sus sistemas de seguridad social como parte de las contraprestaciones por los altos impuestos que pagan, aunque también existen centros privados; sino también en nuestro país en el que los costos de la atención de salud también pueden causar la quiebra financiera de muchos hogares, y muchos a pesar de estar asegurados no reciben cobertura de los servicios requeridos, o la reciben hasta montos muy limitados, teniendo que depender de la asistencia del Estado o de terceros para poder recibirla.
Que este horrible crimen y la ira que ha destapado sea un llamado de atención para que nuestras autoridades y los legisladores comprendan que no pueden seguir irresponsablemente postergando la reforma a la ley de seguridad social y dejando que la frustración siga in crescendo, y se busquen soluciones entre otros problemas del sistema, al alto costo de bolsillo, a la cobertura del plan básico de salud para que deje de ser un instrumento de denegaciones en base a nomenclaturas, a las violaciones a la ley y a las acciones mezquinas que buscan deteriorar la calidad para mejorar la rentabilidad, y las fraudulentas que desangran el sistema, y que finalmente se tenga la voluntad política para hacer que funcione con un primer nivel de atención primaria como puerta de acceso a los servicios, y con la debida y firme regulación.
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