Hemos conocido personas que ignoran los efectos de una sonrisa y, por consiguiente, es difícil establecer con ellas una relación amistosa tras observar sus rostros serios y con síntomas de amargura.
Pero veamos una historia de un pintor italiano que plasmó en un retrato una sonrisa enigmática de una joven dama, considerada una obra de arte que ha sido admirada por varias generaciones.
Y así trabajaba ese pintor en su famoso cuadro: Una pincelada. Otra. Y otra más. Un detalle fino. Un pincel más delgado. Limpiar el sudor de la frente, y seguir, cuidando que las líneas fueran muy finas.
Luego los efectos de luz. Combinar colores y lograr claroscuros que hicieran notar desde dónde venía la claridad.
El retrato iba tomando forma. Después de varios meses y de intensas jornadas diurnas y nocturnas al amparo de una Italia acogedora e idílica, la pintura estaba lista. La Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci se convirtió en uno de los patrimonios artísticos de la humanidad.
Esta obra de arte se concluyó en 1503 y guardó para la posteridad la efigie de una mujer joven, aristócrata, de treinta años aproximadamente. Sobre su árbol genealógico se han tejido muchas versiones, pero ninguna se ha comprobado plenamente. La pintura está en el Museo de Chantilly, en Francia.
En este cuadro hay algo que llama la atención. Por siglos ha dividido las opiniones de los expertos. Radica en la certeza de si la mujer luce sonriendo o con indiferencia. Hay quienes afirman que, dependiendo del lugar en que usted se ubique, podrá verla esbozando una expresión de alegría. En cambio, si la mira de frente, no encontrará rasgos diferentes a los de alguien que mira detenidamente al pintor.
De la Mona Lisa podrán decir mucho, pero jamás que en efecto aparece sonriendo en el retrato… Una sonrisa no cuesta nada. Pero puede hacer mucho. Derriba muros de intolerancia, abre puertas y revela una personalidad atrayente. La sonrisa y la alegría se contagian. Igual que el mal humor y el pesimismo. Todo depende de la actitud que asumamos frente a la vida. También de nuestra decisión de impactar a los demás con optimismo o tristeza.
La Biblia dice: ”El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu.”(Proverbios 15:13. NVI).
Un buen principio de vida cristiana práctica para asumir desde hoy, es sonreír. Representamos la generación de los vencedores en Jesucristo, por eso no tiene sentido que mostremos un rostro apesadumbrado que no acompasa con nuestra vocación de fe, esperanza y entusiasmo.
¡Sonría, es su forma de contribuir a la transformación del mundo!
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