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23 Abril 2024

Alfonso Cano: De Héroes y Villanos

El pasa 3 de noviembre cayó en combate, perseguido con especial saña por el régimen narco-terrorista colombiano  presidido ahora por Manuel Santos, el comandante Alfonso Cano, sucesor del legendario jefe guerrillero de las FARC-EP, Manuel Marulanda Vélez.

La más alta tecnología de guerra del capitalismo mundial, ejecutada desde la experiencia criminal de exterminio de dirigentes revolucionarios acumulada por EEUU e Israel, posibilitó finalmente -después de heroicas evasiones y audaces combates- el acorralamiento y la muerte de este bravo e inteligente conductor de la insurgencia colombiana, luego de largos e intensos meses de persecución y acoso.

Ha caído dignamente un luchador ejemplar, un militante comunista de toda la vida, un talentoso antropólogo y pensador marxista de alto calibre, comprometido con la causa de la justicia y la igualdad.

Frente a este trágico desenlace y a esta dolorosa pérdida, desde las izquierdas más audaces y combativas se han expresado emotivas palabras y valiosos conceptos, en los que –siguiendo el hilo del proceso colombiano en las últimas cinco décadas- se manifiesta la confianza de que las FARC, cuya poderosa estructura de combatientes, penetrante influencia política en el pueblo humilde y valiosa cantera de cuadros, como ha pasado otras veces,  sabrá reponerse de este golpe y continuar su invaluable batallar político y militar por una nueva Colombia.

Esa ha sido su historia. Y ha sido así además por la justa causa que defiende –que es la causa de la liberación de Colombia y la humanidad toda; que es la causa de la nueva independencia y el socialismo en nuestra América- y por las raíces sociales con que cuenta a lo largo y ancho del territorio colombiano.

Historia de avances y retrocesos, de reveses y victorias, de golpes que luego se transforman en recomposiciones y avances mayores.

Es casi seguro de que no será ahora de otra manera. Porque las FARC tienen un cuerpo fuerte con muchas cabezas y, sobre  todo,  mucho pueblo pobre que le da razón de existencia y  posibilidad de recuperación constante. Y mientra no cesen las causas políticas y sociales del conflicto armado que le dieron origen, no se reconozca su condición de fuerza patriótica y revolucionaria beligerante y el gobierno persista en cerrar los caminos de la paz y la salida política, habrá FARC-EP e insurgencia revolucionaria para rato. Vale esto también para los/as hermanos/as del ELN.

Ocurre esta pérdida no precisamente en un periodo de retroceso político-militar general, sino de avances políticos, múltiples combates y significativo crecimiento de las más diversas formas de luchas y de la articulación de combativos  movimientos sociales urbanos y rurales.

Alienta sobretodo que la juventud colombiana emerge a las calles desde las entrañas de un país militarmente ocupado, intervenido y masacrado.

Estimula saber que el Partido Comunista Clandestino ha experimentado un notable crecimiento  no solo en la Colombia rural sino –y sobre todo- a nivel urbano. Como también ha querido ocultarse que tanto las FARC como el ELN, ahora avanzando en materia de alianza y unidad, han fortalecido sus estructuras y capacidad de acción, ocasionándole fuertes bajas al ejército regular en todo el país.

En todos esos avances políticos y militares registrados en periodos recientes jugo un papel estelar tanto la personalidad del comandante Cano como las direcciones colectivas de ambas fuerzas insurgentes. Esa siembra no se liquida con esta sentido pérdida, aunque si obliga a suplirla desplegando cada vez más talento, audacia y creatividad política y militar.

Hay pues razones para pensar en la posibilidad de convertir este revés en victoria y de estrujarle  a ese régimen perverso y a sus padrinos imperialistas, el carácter mediático de su proclamada victoria y la falsedad esencial de su infundado optimismo.

Tiene mucho de certeza afirmar que “sin Alfonso Cano las FARC-EP continuarán combatiendo”: porque “no se acaba la primavera por cortar una flor de la revolución”.

Estigmas, complicidades y silencios.

No faltan los que callan por cobardía, ni los que abrazan a los verdugos por conveniencias y oportunismo. Tampoco los que repiten los estigmas en armonía con el terrorismo mediático.

Ninguna divergencia respecto a métodos o táctica política o conceptos justifican los silencios y/o inhibiciones o la neutralidad frente a esa confrontación desde posicionamientos de izquierda o simplemente progresista. Más allá de cualquier diferencia dentro del campo de las fuerzas revolucionarias y democráticas en ese choque hay héroes/heroínas y villanos. Hay  ideales y intereses espurios, oligarquía y pueblo, verdugos y luchadores meritorios, hay  pro-imperialismo y antiimperialismo, honestidad y delincuencia, fascismo y democracia. Más allá del volumen de calumnias contra esa resistencia liberadora y de los errores y aciertos de sus protagonistas.

A Alfonso no solo se le quiso matar en vida con bombas y balas, sino también con calumnias mayores.

La historia de la comunicación no conoce de un movimiento revolucionario más estigmatizado y vilipendiado que el colombiano. Contra el se esgrimió –y se siguen esgrimiendo- todo tipo  de acusaciones falaces a partir del remplazo de la satanización del comunismo por el empleo de los cargos de “terroristas”, “narco-terroristas”, “bandidos”. Ahora se le presenta como villano muerto y trofeo de guerra de los adalides de la democracia, invirtiendo la realidad.

¿Quienes son los terroristas?

¿Quienes los narco-para-terrorista?

¿Quiénes los genocidas?

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