Alicia Ortega: Se espera que programa Barrio Tranquilo no fracase

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Al iniciar hoy el programa Barrio Tranquilo, no podemos dejar de hacer una retrospectiva de los proyectos anteriores durante casi nueve años, que han fracasado en su intento por controlar la delincuencia y los factores que han influido.

Si nos remontamos al Plan de Seguridad Democrática en el 2004 y sus sucesivas fases de Barrio Seguro, encontramos que el Estado ha gastado cientos de millones de pesos en equipamiento para la Policía Nacional, incluyendo radios, armas, cámaras, alcoholímetros, motores y vehículos, flotillas completas que en apenas meses se ven convertidas en chatarras, chocadas o arrumbadas por faltas de piezas.

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Igualmente ocurrió con los costosos motores Harley Davidson que con bombos y platillos fueron importados y ahora ni por los centros espiritistas aparecen.

En numerosas ocasiones, las autoridades también han anunciado el rescate de policías que prestan servicios privados. La idea no es nueva.

Proyectos van y vienen, pero la ausencia de un cambio real en la Policía y la falta de coordinación entre esta institución y el Ministerio de Interior y Policía fueron citados por el especialista y consultor de Miami Eduardo Gamarra, quien diseño el Plan de Seguridad Democrática, como los principales factores que llevaron al fracaso de “Barrio Seguro”.

Otros como el párroco de la Iglesia Santa Clara, en Capotillo, han criticado en el pasado el papel represivo y no preventivo de las autoridades, olvidándose de aplicar medidas que incluyeran a las iglesias y grupos sociales en el trabajo de recuperación.

Y las organizaciones de Derechos Humanos han reprochado  lo que califican como la militarización del problema sin atacar los males sociales como el desempleo, salud, vivienda, educación, entre otros.

Si bien el Presidente Medina ha presentado proyectos en todos estos renglones, es importante que todos se compenetren para poder forjar Barrios Tranquilos en lugares que tradicionalmente han sido vejados, maltratados y excluidos del proceso de modernidad, donde la pobreza impera en medio de todos los otros problemas sociales.