Alicia y Fernando

En los umbrales de la campaña pasada, el canal donde tenía mi programa diario desde hacía nueve años, me informó que el espacio le sería arrendado a un “comunicador” que pagaría tres veces lo que yo religiosamente pagaba. Así no más. Le respondí que no podía igualar la oferta y adiós. La razón no era cierta. Yo era un crítico del presidente Leonel Fernández todo el mundo lo sabía y mi espacio lo reflejaba. En cambio, mi sustituto sostenía posiciones claramente favorables al gobierno. El problema no era económico, sino político, pero no acusé al canal de enajenarme un derecho o de silenciar una voz crítica contra el gobierno ni mucho menos de doblegarse ante una presión del poder político. A fin de cuentas usted tiene en su casa a quien quiere y no cometí el error de presentarme como una víctima de la intolerancia.

Todo lo que hice fue enviar una nota a los medios informando de mi salida y agradeciendo al canal la oportunidad que allí había recibido por casi una década, para ser justo sin ninguna interferencia de la administración. ¿Qué otra cosa podía hacer si después de tantos años habían tolerado mis posiciones? A su favor el canal podía jactarse, de haber sido ese el caso, como seguro lo fue, de haber aguantado las presiones por todo ese tiempo.

La mayoría de mis colegas no comparte el que yo sostenga que un medio no está obligado a publicar o aceptar en sus páginas o en sus espacios, opiniones con las que no está de acuerdo. Ese derecho no violenta el de la libre expresión. Esa libertad se afecta cuando el clima general coarta el derecho ciudadano a decir lo que piensa. Si Noticias SIN llegó a sentirse incómodo con el talento de El Despertador me parece injusto que se le critique. Ahora ese talento podrá brillar a plenitud, libre de toda presión, en otros medios.

Alicia Ortega y Fernando Hasbún han sido respetuosos de las opiniones críticas. Juzgarlos por una decisión a la que tienen derecho es una injusticia.