En el amor, como en las matemáticas, la suma de dos es lo que da lugar a un resultado que según nos han enseñado debe ser un cálculo perfecto, preciso. Pero sucede tambien con las matemáticas que aveces el más ligero de los errores o variables puede afectar de manera caótica la ecuación y dar un giro completamente distinto a los resultados.
En un mundo con tanta incertidumbre, con tantos cambios, si algo es cierto es que no importa que usemos las mejores medidas y los utencilios que nos den la mayor precisión, a veces lo único que da resultado es el tiempo y el tiempo es un factor que los humanos jamás podremos controlar. Por eso mientras podamos, debemos vivir sin querer planificar tanto el futuro porque a veces la forma en que lograremos cumplir nuestros sueños sucede de una manera distinta a la que teníamos planeada. No con eso quiero decir que no tengamos una meta, o un ideal de qué es lo que queremos lograr, pero que estemos abiertos a formas de lograr esos objetivos que no necesariamente sean las que entendíamos serían las mejores.
La vida no se trata de sumas y restas, sino de complementos, de felicidad a través de logros y objetivos cumplidos, pero en armonía y amor por los que nos rodean, nos quieren y nos cuidan. De nada sirve tener el mayor tesoro si no aprendemos a vivir una vida plena, sin prisa de nada pero con esperanza de todo.