El nuevo año es excelente oportunidad para que, ante las lecciones del 2022, los dominicanos revisemos cómo y por qué debemos sentir orgullo por nuestro país. Ello no significa cegarnos ante nuestros defectos, sino ponerlos en contexto para continuar mejorando como nación. Hay muchas falacias instaladas en la psiquis colectiva que dificultan ver más allá de nuestra cocina, deportes y música para encontrar grandes virtudes.
Somos hospitalarios y alegres; si no, no fuéramos líderes en turismo. Hay enorme movilidad social. Tomamos demasiado en serio lo que digan otros, pues -por ejemplo- sus recientes tragedias por asesinatos a tiros, aparte de los abusos policiales y enorme población encarcelada (mayormente negros e hispanos), descalifican a Estados Unidos como juez sobre derechos humanos. En el conflicto eterno con Haití, el territorio más racista del mundo, debemos seguir abogando por legalidad y debido proceso, sin mangoneo foráneo.
Al combatir la corrupción, recordemos que hay gente honesta en todos los partidos y que construir la república es imposible sin los bloques que pusieron otros antes. Nuestros empresarios, desde un buhonero hasta el más grande industrial, poseen la mayor consciencia social del hemisferio. Fortalezcamos nuestro amor propio, que no en vano somos admirados y envidiados en casi toda América Latina.