Redacción Internacional.- La Llegada de Anthony Davis a Los Angeles Lakers cambió el mapa de la NBA hace dos temporadas atrás. El equipo angelino pasó de ser una promesa a futuro para convertirse, con algunos cambios más en su plantilla, en un candidato instantáneo.
LeBron James pasó a tener el socio ideal que, con apenas 26 años, llegaba en el mejor momento de su carrera y que le garantizaba la posibilidad de que, con el tiempo, se convirtiera en el heredero del rey LeBron.
Alguien que fuera el líder en el futuro para reemplazar al líder del momento.
El título ganado en la primera temporada jugando juntos, echó por tierra aquellas especulaciones que decían que los Lakers había hipotecado el futuro por un solo jugador.
Davis y LeBron fueron campeones en su primer intento jugando juntos, mientras que New Orleans Pelicans no ha podido entrar a los playoffs en todo este tiempo. Sin embargo, aquella ilusión de que Davis tomara la antorcha que actualmente lleva el Rey, no parece estar tan firme como los logros conseguidos en la temporada 2019/20.
Las lesiones de jugadores claves han sido determinante para que aparecieran dudas en cuanto a su capacidad de liderazgo. Y no son infundadas. En los 16 partidos que van de la temporada en curso, los Lakers han disputado 10 partidos sin James con marca negativa: 4 victorias y 6 derrotas.
Más allá de la fría estadística, lo que preocupa es que varias de las derrotas han sido abultadas y cuando se suponía que Davis diera un paso adelante, se adueñara del equipo y pudiera mitigar la ausencia del líder. Por ahora eso no está ocurriendo.
¿Los Lakers son el equipo de Davis cuando no está LeBron?
Por más que sean muchos los que en la NBA han firmado contratos máximos, no todos los que lo han recibido han podido justificar su condición de estrellas o de jugador franquicia.
Muchos de estos jugadores con contrato máximos, son más eficientes siendo el segundo violín de la orquesta antes que ser el solista que acapara toda la atención.
Esta joven temporada ha mostrado ciertas debilidades en cuanto a su condición de líder que AD no ha podido disimular. Tras la derrota lapidaria ante Minnesota tuvo palabras fuertes: «Apestamos. No defendemos. Eso no es solo en este tercer cuarto, es cada tercer cuarto que hemos jugado esta temporada. Salimos lentos, despreocupados defensivamente. Tenemos que juntarnos. Hay que hacer un mejor trabajo».
Son palabras de un líder, sin dudas. Pero el liderazgo no se mide por el peso de sus palabras sino por la reacción que provocan las mismas en sus compañeros.