El pasado 27 de febrero de 2022, el presidente de la República, Luis Abinader, pronunció ante la Asamblea Nacional su discurso de Rendición de Cuentas, en el que al referirse a la industria minera dijo, y citamos: “La actividad minera continuó siendo el rubro de mayor exportación del país. Alrededor del 20 % de las cifras totales de exportaciones corresponden a productos mineros. Entre enero y diciembre del 2021 solo de oro el país exportó más de 1,800 millones de dólares. Esta administración cree en fomentar una industria minera sostenible que opere con los más altos estándares del mundo, que garantice el medioambiente, la convivencia pacífica con las comunidades y que los recursos producidos sirvan para lograr una verdadera transformación en la vida de las familias que residen en estas zonas”.
Pero, al parecer, estas palabras del presidente de la República en apoyo a la minería dominicana no encontraron eco en legisladores que representan a una de las más importantes provincias agrícolas de la región suroeste dominicana, donde desde hace años se espera que el Gobierno autorice el inicio de un importante proyecto minero para extracción subterránea de oro y cobre, pues uno de esos legisladores acaba de publicar un artículo donde apedrea a la minería desde el principio hasta el final, quizás por desconocimiento de la interacción entre la minería y el medio ambiente, quizás por desconocimiento de que su auto y el combustible que diariamente mueve a su auto vienen de la minería, quizás por desconocimiento de que el combustible que enciende la estufa donde cada día prepara sus alimentos viene de la minería, y quizás por no saber que sin ese combustible minero (GLP) ese legislador haría lo mismo que en el pasado hacían sus padres, abuelos y todo el mundo: usar leña forestal para cocinar alimentos de subsistencia, y ahí comenzó la gran depredación forestal que terminó en desastre ambiental del cual todos tenemos culpas por pagar, absolutamente todos, y quizás las piedras fueron lanzadas por no saber que ha sido la minería quien ha salvado al bosque de la depredación forestal a nivel local y global, pues si no hubiese GLP todos estaríamos depredando los bosques para obtener leña y carbón vegetal para cocinar, incluyendo a sacerdotes, ambientalistas y legisladores.
El artículo escrito y publicado por el legislador pone como ejemplo una oposición social y ambiental a un fallido proyecto minero en Veladero, en la semidesértica provincia de San Juan, norte de Argentina, a 5,500 kilómetros de distancia desde la República Dominicana, ejemplo y distancia total y absolutamente innecesarios, porque la República Dominicana tiene la cuarta mina de mayor producción de oro en el mundo y la de mayor producción de oro en Latinoamérica, y está en Cotuí, apenas a 100 kilómetros desde Santo Domingo, y al lado del caudaloso río Yuna, que es el río más caudaloso de esta isla porque transita más de 90 metros cúbicos por segundo, y después de pasar por dos gigantescas operaciones mineras de clase mundial, la de Falcondo, en Bonao, y la de Barrick, en Cotuí, el río Yuna sigue su curso fluvial hacia el bajo Yuna, irrigando todo el arroz que los dominicanos comemos cada día en un país que es autosuficiente en producción de arroz en medio de gigantescas operaciones mineras, lo que indica que para hablar de la mayor producción minera de oro en medio de grandes operaciones agrícolas todos los latinoamericanos bien pueden utilizar el exitoso referente de la gigantesca mina de oro de Pueblo Viejo, Cotuí, pero los dominicanos no tenemos necesidad de buscar referencias en fallidos proyectos mineros en lejanas latitudes australes, porque los dominicanos somos un válido y probado referente global en materia de gigantescas y eficientes operaciones agrícolas en medio de gigantescas y eficientes operaciones mineras a cielo abierto, pero quizás algunos legisladores no lo saben porque desde el ministerio de Energía y Minas no se atreven a decirlo, mostrarlo, y repetirlo todos los días, quizás por miedo a una ortodoxia ambiental y eclesial que ante la minería no vacila en mostrar su versión de oposición radical.
Si el ministerio de Energía y Minas entendiera que su papel es promover y defender a la minería sostenible, como lo entiende el presidente de la República que lo expresó claramente en su discurso del pasado 27 de Febrero de 2022, entonces ya el ministerio de Energía y Minas habría mostrado al país que el río San Juan y el río Tenguerengue, donde nunca hemos tenido ninguna actividad minera, están más contaminados que el río Yuna donde desde hace décadas hay 3 operaciones mineras, pues, además de Falcondo y de Barrick, allí está CORMIDOM que extrae cobre y oro sin entrar en conflictos con la agricultura de Maimón, pero no, el miedo de los representantes del sector minero es superior a la verdad y a la realidad ambiental, el terror antiminero supera todos los límites de la prudencia y de la razón e impide cualquier estudio de impacto ambiental que permita orientar a la región, y allí cualquiera se inventa una novela de ciencia ficción para narrarle a toda la nación que el bíblico apocalipsis de San Juan llegará al abrir en el suelo el sexto sello del oro minero tan deseado, tan buscado, tan valorado y tan utilizado por la Iglesia desde Las Cruzadas de la Edad Media, y donde mentes creativas han encontrado en la minería el perfecto chivo expiatorio para expiar todos los pecados ambientales capitales cometidos por una sociedad que desde sus inodoros diariamente descarga miles de toneladas de desechos cloacales en corrientes fluviales superficiales y subterráneas, sin que la ortodoxia ambiental y eclesial, y sin que ningún legislador radical, se rasguen las vestiduras y pidan, como fariseos ante Jesús, apedrear a la “Minería Magdalena”, porque aquí, nadie, nadie, está libre del pecado ambiental capital.