Y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Hay un no sé qué indecible que se refleja en aquel que camina con Dios.
Ya en su rostro, en su decir o en su manera de ser. No se hace necesario que ellos pregonen que caminan con Dios y que viven cerca de Él.
Aun más, los que viven esta maravillosa experiencia la sienten, pero la callan. En el momento en que ellos se dieran a publicarla perdería toda su gracia. Además, las palabras resultan un instrumento muy inadecuado para expresarla y transmitirla a otros. Es a través de la vida que se vive como se demuestra.
A Swedenborg, aquel místico sueco, brumoso y misterioso, que decía tener amistad con los ángeles, se le acercó un amigo y le dijo: – Yo también soy amigo de los ángeles. A esto el místico le contestó: “Quien es amigo de los ángeles debe parecerse a un ángel”. Así también decimos: “quien camina con Dios debe llevar un hálito de la Presencia divina en su vida”.
Un muchacho, que navegaba por el mundo en un buque mercante, llegaba a su casa una que otra vez en el año cuando su buque tocaba el puerto de la ciudad donde vivían sus padres.
En una ocasión, a poco llegar, le dijo a su padre: – No sé lo que sucede, pero cada vez que llego a casa encuentro a mamá más bonita -. El padre le respondió: – Lo que sucede es que tu madre ora mucho por ti mientras tú estás viajando por el mundo -. He ahí el secreto. Una vida en comunión con Dios.
En los tiempos de la iglesia primitiva, la gente aun cuando sabían que los discípulos eran hombres sin letras y del vulgo, con solo verlos reconocían que habían estado con Jesús. Había algo en ellos que lo revelaba.
No se puede caminar con Dios sin que lo reflejemos en nuestra conducta, en nuestro carácter, en nuestro trato con nuestros semejantes. No se puede vivir cerca de esa Presencia sin que esa luz que llevamos dentro irradie hacia fuera e ilumine la oscuridad que nos rodea.
¡Cuánto necesita el mundo de esta luz! Esta es también. Si para algo caminamos con Dios en este mundo es para que hagamos que nuestra luz resplandezca en la oscuridad.
Oración: Señor, cada día que pasa sobre nuestra vida se nos hace más apremiante la necesidad de caminar contigo. Cerca de ti se enciende una luz que tenemos la obligación de hacerla brillar para que ilumine a los que viven en sombras y oscuridad. Que nuestra cercanía a ti no sea solo por un momento sino durante todo el transcurrir de nuestras vidas. Amén.
Fuente: La Biblia.