En el momento en que el automóvil presidencial pasó junto a un carro Oldsmobile, color verde, una poderosa explosión hizo saltar por los aires el auto del ejecutivo venezolano y lo destruyó parcialmente. Betancourt resultó con quemaduras en ambos brazos, las manos y parte de la cara. En el atentado murieron el coronel Ramón Armas Pérez, jefe de la Casa Militar de la presidencia, y el asistente naval López Parra.
El Consejo de Ministros y las máximas autoridades del partido de Gobierno , establecieron que el atentado contra el presidente provenía de la mente febril del dictador dominicano. Al día siguiente, Betancourt habló a su pueblo, y sin evasiones acusó directamente a Trujillo de ser el responsable de los hechos.
El Gobierno de Venezuela solicitó una reunión urgente de la OEA, la cual encontró pruebas irrefutables que incriminaban a Trujillo en el intento de magnicidio. La OEA entonces, decidió a unanimidad la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con la RD.
Dentro de la planificación del plan, estaba el macabro Johnny Abbes García, quien recibió del generalísimo todos los medios económicos y logísticos para materializar la acción. Johnny se agenció la cooperación de un capitán del Ejército, de apellido Garrido, y del venezolano Juan Sajona, quienes, entre otros, perfeccionaron el dispositivo que hizo estallar la carga explosiva.
Las diferencias entre Betancourt y Trujillo surgieron en 1947, cuando se organizaba la invasión de Cayo Confites, lo que hizo pensar al Jefe que el político venezolano era un activo alentador del movimiento. Cuando la expedición del 14 de junio de 1959, se comprobó que armas y pertrechos de guerra habían sido provistos por el Gobierno de Betancourt por lo que con la orientación de Abbes García, emprendió una campaña contra el gobernante de Venezuela tildándolo de homosexual y aplicándole el mote de “La Rata de Miraflores”. Betancourt se mantenía atento al encarcelamiento de cientos de dominicanos involucrados en la expedición , por lo que obtuvo una reunión del Consejo de la OEA para considerar las violaciones a los derechos humanos.
Este hecho produjo gran irritación a Trujillo, mientras que Betancourt continuaba hostigando y molestando al generalísimo, tanto en el plano doméstico como en el plano internacional. Entonces El Jefe comprendió que el político venezolano se había convertido en un enemigo peligroso, con quien debía tomar una drástica solución. Entendía el generalísimo que la única manera de quitarse esa amenaza de encima era ordenando su asesinato.
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