Atentados al periodismo

Dos hechos de gravedad extrema han venido a subrayar en estos días los peligros que acechan en el hemisferio a los periodistas que, comprometidos con la verdad y el interés público, ejercen su trabajo con libertad e independencia, sin importar los resquemores que esto pueda causar.

Dos hijos de 20 y 21 años del periodista financiero mexicano David Páramo y de la periodista Martha Nicholson murieron tiroteados por desconocidos que los perseguían desde un vehículo cuando llegaban a su casa en la ciudad de Chihuahua, capital del Estado fronterizo del mismo nombre.

El tiroteo que acabó con la vida de los jóvenes no fue el primer ataque que sufrían, ya que hace dos años había sido baleada la casa de la periodista Nicholson, en un sector de clase media, lo que es una clara indicación que los asesinatos son una reacción a la labor periodistas de los padres de las víctimas.

Se trata de infames actos de venganza por miembros de la mafia, criminal y delictiva, en muchos casos ligada estrechamente al narcotráfico, que resiente cualquier publicación o comentario crítico de medios y periodistas que condenan el crimen organizado por los nocivos efectos a los mejores valores de la sociedad.

Otro ejemplo de los riesgos a los que se ven expuestos los comunicadores que actúan con esa responsabilidad es el tenebroso mensaje “si lo cuenta, lo mato”, que ha sido enviado a la revista colombiana Semana, tras el atentado contra el periodista Ricardo Calderón el pasado 1 de mayo.

La agresión se produjo cuando se encontraba en Girardot – a dos horas de Bogotá-  investigando las denuncias sobre los privilegios que reciben algunos militares condenados y detenidos en una cárcel militar en la base de Tolemaida, en el centro de la nación sudamericana.

Al resaltar la gravedad de este hecho, el periódico El País, de España, refiere que en un editorial excepcional, ya que esta revista no suele publicar ninguno en sus ediciones semanales, se afirma que ese cobarde mensaje se ha repetido en Colombia no sólo contra periodistas, sino también contra sindicalistas y miembros de organizaciones políticas y sociales.

“Un mensaje que se seguirá repitiendo, una y otra vez, mientras sus autores materiales e intelectuales sepan que no se verán ante la Justicia”, dice el editorial de la publicación colombiana, titulado “Un atentado contra el periodismo”.

Calderón logró salvarse milagrosamente de los disparos que desconocidos le hicieron repetidamente cuando se detuvo por un instante en una carretera, lugar desde donde logró desplazarse hasta encontrar apoyo de la Policía.

Con sobradas razones, la revista afirma que el riesgo que conlleva este tipo de atentados a la libertad de prensa es que, si no se encuentra a los responsables, puede seguir el camino de otros que han quedado en la impunidad.

Esto, no hay duda, se convierte en un incentivo para seguir amenazando o atentando contra periodistas que no se doblegan frente al crimen, la corrupción y los grandes males que afectan la tranquilidad y la seguridad de los ciudadanos y las familias que aspiran a vivir en un ambiente de libertad y democracia.