En la era del conocimiento -hoy que la sociedad está manejando grandes volúmenes de datos que analiza, clasifica, descarta o aprueba- todavía hay temas que pasan por debajo del radar.
Uno de esos asuntos que debería ser tratado abiertamente para bien nuestro es la autonomía financiera de la mujer. Hace falta insistir en la necesidad de que las mujeres, grandes y continuas generadoras de recursos, alcancen ese grado de independencia financiera que les permita –en todo momento- tomar determinaciones sobre sus propias vidas.
Reproduciendo un esquema tradicional retrógrado, a muchas mujeres se les acorrala en términos financieros y sociales para que sean ellas las que se constituyan en proveedoras únicas de familias de hasta cinco miembros. Eso las lleva a descapitalizarse, a un desprendimiento continuo que por demás corresponde con lo que mezquinamente se espera de ellas.
En algunos hogares, el dinero de ellas es un fondo para todos y el ingreso masculino es distribuido o gastado a discreción del que lo genera. Resulta fundamental que tanto las mujeres que trabajan dentro de casa como las que lo hacen fuera de ella reserven para sí mismas cierto capital. Está demostrado que, en situaciones de violencia contra ellas, las que poseen su propio dinero tienen capacidad inmediata de respuesta.
De igual forma, aún cuando la relación sea sana la mujer no puede vivir supeditada a una fase de supervivencia: de quincena en quincena o de mes en mes, debido a que lo ha dado todo.
En algunos estratos sociales sucede algo que tampoco es recomendable: las someten al goteo, que es la forma en que algunos entregan el dinero de los gastos familiares. Si la mujer no produce dinero, día tras día el compañero va dando un monto para comprar alimentos, cuando bien puede darlo todo junto para hacer una compra.
Son modos sutiles, pero es así como se manifiestan ciertos juegos de poder dentro de la pareja.
En consecuencia, hace falta armonizar las responsabilidades, ponerse de acuerdo en cómo se distribuirán los gastos del hogar de manera equitativa. Se necesita también detener la “infantilización” intencional de la mujer que se expresa manteniéndola sin ingresos para poder dominarla.
Asumir la postura de que la mujer tenga disponibilidad cada mes, pero no un dinero para gastar o invertir enteramente en casa, sino un dinero que le permita construir su propia autonomía financiera.
Porque hay una verdad fundamental: mientras las mujeres sigan trabajando para entregar enteramente el fruto de su esfuerzo, mientras las mujeres no puedan decir: “Voy a invertir” o “Voy a ahorrar”, estaremos muy lejos de la anhelada equidad.
@lilliamfondeur
Dra. Lilliam Fondeur