Comparto con todas las personas que cometen la osadía de leer estos impenitentes sueños y pequeñas locuras (una cosa se hace inevitablemente con la otra) que hace unos días sobreviví a una experiencia sumamente peligrosa. ¡Créanme que estoy vivo para contarla! Temerario al fin, como suelo ser a veces, tuve la ocurrencia de visitar el centro crucial de la barbarie nacional: ¡Estuve en la Duarte con París y sus alrededores! (Y ahora debo confesar con algo de pena que no sé qué hacer con mi sueño fundamental: que algún día, antes de que yo muera, este sea un país civilizado).
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