Los dominicanos vivimos enredando tanto la cabuya que de un momento a otro no sabremos lo que somos. A cada rato le ponemos apellido a la música nuestra, al calificarlo con consideraciones distintas. Nunca he entendido cuando se habla de bachata urbana. Bachata y punto debe ser, urbana ha sido siempre. Unas con sabor a campo y otras con sabor a ciudad, a lo que hoy le llaman barrial.
La bachata de hecho nació en un barrio marginado que planteaba inicialmente elementos de infidelidad en sus letras, en cualquier país del mundo de origen latino la bachata es un reflejo de esto. El tango en Argentina, el fado en Portugal. “La mujer me dejo, se me fue con otro, estoy en busca de un nuevo amor, etc…”
La influencia de un Jibarito de Lares de Puerto Rico les abrió a la ciudad a matices que los representan. Hoy en día la inclusión de rapeos en la bachata es llamada por los que los hacen como “Bachata Urbana”. No es bachata urbana, es bachata fusionada. En los finales de los 80`s participábamos de una bachata con elementos distintos que fue la famosa producción de Sonia Silvestre (yo quiero andar y el guachimán), con los colores y las canciones de Luis Díaz arregladas por Manuel Tejada. La influencia del Terror se nota en esta producción de tal forma que el mismo la llamó “Tecno Amargue”.
Más tarde Juan Luis hace lo que se denominara las bachaladas. Bachatas con influencias de Baladas. Washington heights tiene su propio sonido, en Aventura. La canción “obsesión” los catapultó en Europa pero no como bachata sino como dance. De ahí su éxito.
Por más calificativos, por más adornos que le pongan a la bachata esta seguirá siendo la misma. Claro, fusionada como es la música de hoy. Y es porque la bachata es como las prostitutas que se acuestan con cualquiera, pero estas siguen siendo la misma.
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