Balance inevitable

A pesar de todas las advertencias y llamados a la prudencia, el desenfreno cobró nuevamente víctimas fatales durante el largo feriado de la Semana Santa con un balance de 15 personas fallecidas, según las estadísticas recopiladas por el Centro de Operaciones de Emergencia.

A pesar de todas las advertencias y llamados a la prudencia, el desenfreno cobró nuevamente víctimas fatales durante el largo feriado de la Semana Santa con un balance de 15 personas fallecidas, según las estadísticas recopiladas por el Centro de Operaciones de Emergencia.

Estas cifras difieren de las difundidas con anterioridad por distintos medios de comunicación, en ausencia de informes durante el feriado, en vista de que por vez primera en los últimos años, el COE se abstuvo de dar detalles para solo hablar al final de la jornada.

Esto provocó que los medios hicieran sus propios cálculos que, aunque carecieran del aval oficial o pudieran tener imprecisiones, fueron los primeros en llegar a la población, deseosa de conocer cuál había sido el comportamiento general de los vacacionistas.

Las cifras del COE estuvieron muy por debajo de la que anticiparon algunos periódicos impresos, pero siempre se puede alegar que las diferencias estriban en el hecho de que no todo el que muere durante la semana mayor es propiamente una víctima de este periodo de asueto.

Fuera de esta disquisición, lo relevante es que víctimas más, víctimas menos, siempre la actitud desaprensiva de algunos y la inobservancia de la debida prudencia, da origen a estas fatales consecuencias.

Esto confirma que es un hecho cierto y aparentemente irreversible, que la Semana Santa es una combinación de esparcimiento y espiritualidad, pero más acentuada en este primer elemento.

Aunque cada año se hacen exhortaciones para que la gente retome la esencia de este período histórico y religioso, nuevamente se producen casos de personas que hacen caso omiso y se concentran en viajes y excursiones a balnearios en distintos puntos de la geografía nacional.

Esta propensión hacia el esparcimientoo no estaría mal si no fuera porque, como ha acontecido fatalmente en otras conmemoraciones, excesos en el uso de alcohol y manejos temerarios en las carreteras provocan muertes y llevan dolor a familias que deberían aprovechar el asueto para la reflexión y la unidad familiar.

Evitar que las personas aprovechen la Semana Santa para  diversión es prácticamente imposible, y mucho menos que en cambio lo utilicen solo para descanso y meditación, pero todo esto puede hacerse con una dosis de equilibrio que garantice la seguridad propia y la de los demás.

Uno de los puntos más penosos por su naturaleza y consecuencias fueron los casos de intoxicaciones de alcohol en menores de edad, pese a los persistentes llamados a los padres para que evitaran esto, estando pendientes de los pasos de sus hijos en todo lo referente a su seguridad y comportamiento.

Deben aplicarse sanciones a los padres que de forma irresponsable o insensible permitieron que sus hijos tomaran bebidas que les están prohibidas y no sólo por cuestiones legales  sino principalmente por los efectos perjudiciales.

A pesar de este lamentable cuadro, es justo reconocer el gran esfuerzo realizado por las autoridades en el montaje de los operativos de prevención durante el feriado y reconocer que sólo con una colaboración de una ciudadanía más consciente y responsable se pueden lograr jornadas de mayor efectividad.