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Batalla Electoral 2024

Bien, Señor Presidente y Señora esposa

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La política, como todas las actividades humanas, tiene una lógica, un modo de ser y unas reglas, que cuando se violan crean impredecibles distorsiones y riesgos.

La decisión del presidente Leonel Fernández de no buscar una repostulación en el 2012 y de Margarita Cedeño de no presentarse como precandidata del PLD, constituyen dos actos trascendentales en la política dominicana, aunque en el fragor de la lucha política del presente se opaque el significado de estos hechos.

La transcendencia radica en que el Presidente declinó utilizar su fuerza para deshojar la propia Constitución que él promovió. En un país donde las constituciones se cambian con frecuencia, incluida la de 2010, con el propósito fundamental de modificar el sistema de reelección, resistirse a la tentación de hacerlo nuevamente tiene una significación positiva para la institucionalidad democrática en el país.

El anuncio de Margarita Cedeño de declinar la precandidatura del PLD es también importante porque su precandidatura, independientemente de sus logros como Primera Dama, se hubiese forjado en torno al poder de Leonel Fernández, no de sus propios méritos. Hubiese predominado el slogan de campaña “con ella seguimos con él”, es decir, ella como instrumentalización del poder de él.

Tampoco hubiese sido factible plantear que Fernández no la apoyaba, porque dada la relación marital, ni siquiera tenía que anunciar públicamente que lo hacía. Sólo con aceptar su precandidatura la ciudadanía hubiese concluido que la apoyaba, y hacia ella se hubiesen dirigido muchos de los activistas que promueven la reelección.

Ante tal situación, la opinión generalizada hubiese sido que el presidente Fernández pretendía extender su poder vía su esposa por las limitaciones constitucionales para una reelección directa.

Esto hubiese colocado el PLD al borde de un precipicio por las implicaciones.

Primero, la precandidatura de Cedeño hubiese transformado súbitamente las primarias peledeístas a favor del Presidente, cuando de hecho, con su renuncia a la repostulación, había tomado distancia del fragor de la contienda. En otras palabras, con la precandidatura de Cedeño, el presidente Fernández hubiese perdido la capacidad de ejercer funciones de árbitro en la contienda, y por tanto, su rol de presidente del partido hubiese quedado debilitado.

Segundo, los demás precandidatos del PLD hubiesen estado en una situación de vulnerabilidad porque tenían que enfrentarse a Fernández a través de su esposa. Bajo estas condiciones, la campaña de los precandidatos hubiese sido muy delicada. No podían asediar a Cedeño con críticas porque era una rival indirecta, pero ella hubiese contado con el apoyo de las estructuras del Estado y del principal líder del partido, para avanzar su candidatura. El desbalance entre los precandidatos hubiese sido obvio y hubiese aumentado las fricciones y rencores en el PLD.

Ninguna campaña electoral es igualitaria, pero por lo menos los candidatos que se enfrentan deben ser sujetos directos en la confrontación. La precandidatura de Cedeño hubiese desvirtuado esta regla esencial de la competencia electoral. Por otro lado, ella no hubiese emergido con autonomía en la contienda, sino como una costilla de él. Esto no es recomendable para ella si tiene aspiraciones políticas ni para las mujeres en general.

La política es una lucha constante de poder y un cálculo de ventajas y riesgos. Que Leonel Fernández y Margarita Cedeño apostaran ahora a respetar la Constitución y los procesos de competencia interna en el PLD merece reconocimiento en un país plagado de violaciones a la institucionalidad. Esto es también reflejo de que la democracia dominicana, aunque sea a pasos de tortuga, va echando raíces.

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