La oposición hace mal caracterizando como “bocinas” o “cornetas” a productores o comunicadores favorecidos con publicidad oficial. Ofenden a muchísimos opinantes y periodistas, igual a como el PRM y sus “independientes” insultaron a quienes recibían publicidad del gobierno anterior; muchos son los mismos de ahora.
Cuando hay pago legítimo, endilgarles que “cobran” porque “venden” opiniones socava la integridad. Sin publicidad, suscripciones o subsidios, es imposible mantener medios en televisión, radio, digitales o impresos. Empero, el gasto irracional y violatorio de la ley merece denunciarse y castigarse. Hace décadas, pocas agencias se disputaban un pequeño pastel. Hoy poderosísimos mayoristas de medios dominan el inmenso negocio publicitario, creando fabulosas oportunidades farandúlicas.
Quien no merezca contratos de anunciantes privados quizás tampoco debe recibirlos del gobierno. Para orientar o influir la opinión pública, popularidad no equivale a credibilidad. Debería prohibirse que el gobierno “invierta” en publicidad excepto para sus empresas comerciales o avisos legales.
Si muchos ciudadanos creen que toda opinión se vende, ¿para qué diablos sirve “comprar” prensa? Muchos “likes” no persuaden. Rescatemos el prigilio.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email