Financiamiento para el desarrollo en la paz en lugar de guerras interminables y destructivas
Por Víctor Manuel Grimaldi Céspedes
Foto con Jeffrey Sachs en la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, Roma, Italia. Abril 2016
Recibí esta semana de parte de Jeffrey Sachs, a quien conocí en la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, uno de los artículos que él regularmente difunde en importantes medios de alcance global, “El dinero hace que el mundo gire, y el desarrollo tiene éxito”, más o menos así se titula y destaca en su introducción que “la clave para el desarrollo económico y la erradicación de la pobreza es la inversión. Las naciones logran la prosperidad invirtiendo en cuatro prioridades. Lo más importante es invertir en las personas, a través de una educación y atención médica de calidad. Lo siguiente es infraestructura, como electricidad, agua potable, redes digitales y transporte público. Lo tercero es el capital natural, la protección de la naturaleza. Lo cuarto es la inversión empresarial. La clave es la financiación: movilizar los fondos para invertir a la escala y velocidad requeridas.”
Sostiene Sachs que, “En principio, el mundo debería funcionar como un sistema interconectado. Los países ricos, con altos niveles de educación, salud, infraestructura y capital empresarial, deben proporcionar una amplia financiación a los países pobres, que deben construir urgentemente su capital humano, de infraestructura, natural y empresarial. El dinero debe fluir de los países ricos a los países pobres. A medida que los países de mercados emergentes se enriquecieran, las ganancias y los intereses regresarían a los países ricos como rendimiento de sus inversiones. Esa es una propuesta de ganar-ganar. Tanto los países ricos como los pobres se benefician. Los países pobres se vuelven más ricos; los países ricos obtienen mayores rendimientos de los que obtendrían si invirtieran solo en sus propias economías.”
A seguidas Sachs dice que: “Curiosamente, las finanzas internacionales no funcionan de esa manera. Los países ricos invierten principalmente en economías ricas. Los países más pobres obtienen solo un goteo de fondos, no lo suficiente para salir de la pobreza. La mitad más pobre del mundo (países de ingresos bajos y medianos bajos) produce actualmente alrededor de $ 10 billones al año, mientras que la mitad más rica del mundo (países de ingresos altos y medianos altos) produce alrededor de $ 90 billones. La financiación de la mitad más rica a la mitad más pobre debería ser quizás de 2 a 3 billones de dólares al año. De hecho, es una pequeña fracción de eso.”
Señala además: “El problema es que invertir en países más pobres parece demasiado arriesgado. Esto es cierto si miramos el corto plazo. Supongamos que el gobierno de un país de bajos ingresos quiere pedir prestado para financiar la educación pública. Los rendimientos económicos de la educación son muy altos, pero se necesitan de 20 a 30 años para materializarse, ya que los niños de hoy pasan de 12 a 16 años de escolaridad y solo entonces ingresan al mercado laboral. Sin embargo, los préstamos a menudo son por solo 5 años y están denominados en dólares estadounidenses en lugar de la moneda nacional.”
Luego se refiere al elemento intereses y plazos del financiamiento:
“Supongamos que el país pide prestados $2 mil millones hoy, con vencimiento en cinco años. Está bien si en 5 años, el gobierno puede refinanciar los $2 mil millones con otro préstamo de cinco años. Con cinco préstamos de refinanciamiento, cada uno por cinco años, los pagos de la deuda se retrasan por 30 años, momento en el cual la economía habrá crecido lo suficiente como para pagar la deuda sin otro préstamo.
Sin embargo, en algún momento del camino, es probable que al país le resulte difícil refinanciar la deuda. Tal vez una pandemia, la crisis bancaria de Wall Street o la incertidumbre electoral asusten a los inversores. Cuando el país intenta refinanciar los $2 mil millones, se encuentra fuera del mercado financiero. Sin suficientes dólares disponibles y sin un nuevo préstamo, incumple y aterriza en la sala de emergencias del FMI.”
Sachs advierte entonces que, “Como la mayoría de las salas de emergencia, lo que sigue no es agradable de contemplar. El gobierno recorta el gasto público, genera malestar social y enfrenta negociaciones prolongadas con acreedores extranjeros. En suma, el país está sumido en una profunda crisis financiera, económica y social.
Sabiendo esto de antemano, las agencias de calificación crediticia como Moody’s y S&P Global otorgan a los países un puntaje crediticio bajo, por debajo del «grado de inversión». Como resultado, los países más pobres no pueden endeudarse a largo plazo. Los gobiernos necesitan invertir a largo plazo, pero los préstamos a corto plazo empujan a los gobiernos a pensar e invertir a corto plazo.”
Pone de resalto que, “Los países pobres también pagan tasas de interés muy altas. Mientras que el gobierno de EE. UU. paga menos del 4 por ciento anual en préstamos a 30 años, el gobierno de un país pobre a menudo paga más del 10 por ciento en préstamos a 5 años. El FMI, por su parte, aconseja a los gobiernos de los países más pobres que no se endeuden demasiado. En efecto, el FMI le dice al gobierno: mejor renunciar a la educación (ni a la electricidad, ni al agua potable, ni a las carreteras pavimentadas) para evitar una futura crisis de deuda. ¡Es un consejo trágico! Da como resultado una trampa de pobreza, en lugar de un escape de la pobreza.”
Situación Intolerable
El economista Sachs señala que, “La situación se ha vuelto intolerable. A la mitad más pobre del mundo la mitad más rica le dice: descarbonice su sistema energético; garantice la salud, la educación y el acceso universal a los servicios digitales; protege tus selvas tropicales; garantice agua potable y saneamiento; y más. ¡Y, sin embargo, de alguna manera van a hacer todo esto con un goteo de préstamos a 5 años al 10 por ciento de interés! El problema no está en los objetivos globales. Estos están al alcance, pero solo si los flujos de inversión son lo suficientemente altos. El problema es la falta de solidaridad global. Las naciones más pobres necesitan préstamos a 30 años al 4 por ciento, no préstamos a 5 años a más del 10 por ciento, y necesitan mucho más financiamiento. En pocas palabras, los países más pobres exigen el fin del apartheid financiero mundial.”
La Solución:
Jeffrey Sachs concluye su artículo así:
“Hay dos formas clave de lograr esto. La primera forma es quintuplicar aproximadamente el financiamiento del Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo (como el Banco Africano de Desarrollo). Esos bancos pueden pedir prestado a 30 años y alrededor del 4 por ciento, y volver a prestar a los países más pobres en esos términos favorables. Sin embargo, sus operaciones son demasiado pequeñas. Para que los bancos crezcan, los países del G20 (incluidos EE. UU., China y la UE) deben invertir mucho más capital en esos bancos multilaterales.
“La segunda forma es arreglar el sistema de calificación crediticia, el asesoramiento sobre la deuda del FMI y los sistemas de gestión financiera de los países prestatarios. El sistema debe reorientarse hacia el desarrollo sostenible a largo plazo. Si los países más pobres pueden pedir prestado durante 30 años, en lugar de 5 años, no enfrentarán crisis financieras mientras tanto. Con el tipo correcto de estrategia de endeudamiento a largo plazo, respaldada por calificaciones crediticias más precisas y un mejor asesoramiento del FMI, los países más pobres accederán a flujos mucho más altos en condiciones mucho más favorables.
“Los principales países tendrán cuatro reuniones sobre finanzas globales este año: en París en junio, Delhi en septiembre, la ONU en septiembre y Dubai en noviembre. Si los grandes países trabajan juntos, pueden resolver esto. Ese es su verdadero trabajo, en lugar de luchar en guerras interminables, destructivas y desastrosas.”
Money Makes the World Go Round – And Development Succeed
May 5, 2023
The key to economic development and ending poverty is investment. Nations achieve prosperity by investing in four priorities. Most important is investing in people, through quality education and health care. The next is infrastructure, such as electricity, safe water, digital networks, and public transport. The third is natural capital, protecting nature. The fourth is business investment. The key is finance: mobilizing the funds to invest at the scale and speed required.
In principle, the world should operate as an interconnected system. The rich countries, with high levels of education, healthcare, infrastructure, and business capital, should supply ample finance to the poor countries, which must urgently build up their human, infrastructure, natural, and business capital. Money should flow from rich to poor countries. As the emerging market countries became richer, profits and interest would flow back to rich countries as returns on their investments.
That’s a win-win proposition. Both rich and poor countries benefit. Poor countries become richer; rich countries earn higher returns than they would if they invested only in their own economies.
Strangely, international finance doesn’t work that way. Rich countries invest mainly in rich economies. Poorer countries get only a trickle of funds, not enough to lift out of poverty. The poorest half of the world (low-income and lower-middle-income countries) currently produces around $10 trillion a year, while the richest half of the world (high-income and upper-middle-income countries) produces around $90 trillion. Financing from the richer half to the poorer half should be perhaps $2-3 trillion year. In fact, it’s a small fraction of that.
The problem is that investing in poorer countries seems too risky. This is true if we look at the short run. Suppose that the government of a low-income country wants to borrow to fund public education. The economic returns to education are very high, but need 20-30 years to realize, as today’s children progress through 12-16 years of schooling and only then enter the labor market. Yet loans are often for only 5 years, and are denominated in US dollars rather than the national currency.
Suppose the country borrows $2 billion today, due in five years. That’s okay if in 5 years, the government can refinance the $2 billion with yet another five-year loan. With five refinance loans, each for five years, debt repayments are delayed for 30 years, by which time the economy will have grown sufficiently to repay the debt without another loan.
Yet, at some point along the way, the country will likely find it difficult to refinance the debt. Perhaps a pandemic, or Wall Street banking crisis, or election uncertainty will scare investors. When the country tries to refinance the $2 billion, it finds itself shut out from the financial market. Without enough dollars at hand, and no new loan, it defaults, and lands in the IMF emergency room.
Like most emergency rooms, what ensues is not pleasant to behold. The government slashes public spending, incurs social unrest, and faces prolonged negotiations with foreign creditors. In short, the country is plunged into a deep financial, economic, and social crisis.
Knowing this in advance, credit-rating agencies like Moody’s and S&P Global give the countries a low credit score, below “investment grade.” As a result, poorer countries are unable to borrow long term. Governments need to invest for the long term, but short-term loans push governments to short-term thinking and investing.
Poor countries also pay very high interest rates. While the US government pays less than 4 percent per year on 30-year borrowing, the government of a poor country often pays more than 10 percent on 5-year loans.
The IMF, for its part, advises the governments of poorer countries not to borrow very much. In effect, the IMF tells the government: better to forgo education (or electricity, or safe water, or paved roads) to avoid a future debt crisis. That’s tragic advice! It results in a poverty trap, rather than an escape from poverty.
The situation has become intolerable. The poorer half of the world is being told by the richer half: decarbonize your energy system; guarantee universal healthcare, education, and access to digital services; protect your rainforests; ensure safe water and sanitation; and more. And yet they are somehow to do all of this with a trickle of 5-year loans at 10 percent interest!
The problem isn’t with the global goals. These are within reach, but only if the investment flows are high enough. The problem is the lack of global solidarity. Poorer nations need 30-year loans at 4 percent, not 5-year loans at more than 10 percent, and they need much more financing.
Put more simply, the poorer countries are demanding an end to global financial apartheid.
There are two key ways to accomplish this. The first way is to expand roughly fivefold the financing by the World Bank and the regional development banks (such as the African Development Bank). Those banks can borrow at 30 years and around 4 percent, and on-lend to poorer countries on those favorable terms. Yet their operations are too small. For the banks to scale-up, the G20 countries (including the US, China, and EU) need to put a lot more capital into those multilateral banks.
The second way is to fix the credit-rating system, the IMF’s debt advice, and the financial management systems of the borrowing countries. The system needs to be reoriented towards long-term sustainable development. If poorer countries are enabled to borrow for 30 years, rather than 5 years, they won’t face financial crises in the meantime. With the right kind of long-term borrowing strategy, backed up by more accurate credit ratings and better IMF advice, the poorer countries will access much higher flows on much more favorable terms.
The major countries will have four meetings on global finance this year: in Paris in June, Delhi in September, the UN in September, and Dubai in November. If the big countries work together, they can solve this. That’s their real job, rather than fighting endless, destructive, and disastrous wars.