Campaña limpia

A todos los actores de la vida política y social del país les conviene que se celebren elecciones libres, creíbles y transparentes y, por lo tanto, deberían ser los primeros interesados en que se actúe con buenas artes en todos los escenarios y aportar cada uno con el ejemplo.
El empleo de campaña sucia y otros mecanismos de descalificación nada diáfanos son métodos del pasado que se creían superados, pero que de alguna manera amenazan con aflorar mediante diversas modalidades, usando ahora los medios que ofrecen las redes sociales.
De ahí la preocupación de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED), que en su reciente Carta Pastoral al país con motivo del Día de Nuestra Señora de La Altagracia, madre espiritual del pueblo dominicano, exhorta a los candidatos electorales a evitar las intrigas, calumnias y manipulaciones de las denominadas campañas sucias.
Asimismo, el máximo organismo de la Iglesia católica pide a los partidos y sus candidatos, presentar propuestas fundamentadas en la solución de las necesidades más urgentes de la población y también, como punto fundamental y objeto de mucha controversia, eliminar el despilfarro de recursos económicos en la publicidad desmedida.
Interpretando el sentir de los ciudadanos que quieren contar con un ejercicio honesto de los recursos en el tren estatal, los obispos consideran que en la agenda de acciones concretas de los candidatos no debe faltar el combate a la corrupción administrativa pública y privada.
Además señalan, entre otros puntos de preocupación, la defensa de las dos vidas tanto de la madre como del hijo por nacer, la violencia ciudadana e intrafamiliar, el cambio climático, el respeto al orden jurídico y constitucional, así como políticas de ordenamiento migratorio, justas inversiones en salud, justicia y seguridad social, políticas de empleo, salarios justos y la disminución de la pobreza.
Como se aprecia, las inquietudes, propuestas y planteamientos de la carta pastoral es bien abarcadora, tocando puntos esenciales de la agenda nacional que, a juzgar por la forma en que los aborda en esta oportunidad la iglesia, se encuentran muchos de ellos en una situación de descuido o precariedad.
En otra advertencia fundamental, los prelados recuerdan a los electos y los que serán elegidos que los cargos públicos son para servir con sobriedad, educación, sensatez, don de gobierno, dignidad, autenticidad, transparencia, sabiduría y régimen de justicia, de modo que, no deben “sentirse imprescindibles o llegar a creerse mesías políticos”.
En otras palabras y más claramente, la iglesia hace un nuevo llamado de conciencia a la dirigencia política nacional sobre un punto que, si contáramos de verdad con una democracia funcional, debería ser objeto de especial atención, en el entendido que la política debe ser para servir al interés general y en ningún caso para satisfacer intereses grupales o particulares.
Ojalá que de alguna manera este nuevo llamado de la Iglesia contribuya a la reflexión serena para que el país cuente con dirigentes dignos y probos, garantizando que los ciudadanos no se vean expuestos a sobresaltos y malas prácticas en la administración del Estado.