Siempre es peligroso tuitear tras unos tragos de más o bajo el estrés de un entaponamiento. Ambas cosas nublan el juicio y llevan a personas supuestamente sensatas a yerros penosos, como por ejemplo culpar a quienes han sido sus adversarios políticos o quienes les caigan mal, sin ponderar debidamente sus juicios.
Los culpables de los tapones no son las autoridades del ayuntamiento, ni tampoco toda la culpa cae sobre los policías de tránsito. Estos últimos empeoran el flujo vehicular cuando pretenden, con IQ insuficiente, sustituir a semáforos inteligentes. Pero la realidad es que simple y sencillamente la cantidad de carros, camiones, guaguas, motocicletas, chatarras y demás es mayor que la capacidad de las principales vías en la capital.
Únase a eso la proverbial mala educación de muchos conductores, la insolencia de los choferes públicos o de vehículos pesados cuyos sindicatos poseen más poder que la Policía y la impune temeridad de los motociclistas… y tenemos la receta para una congestión perfectamente insufrible. El análisis causa raíz, Ichikawa, ayudaría mucho a las avispas desorientadas…